“El futbol no es cosa de vida o muerte, es mucho más que eso”, dijo uno de los entrenadores ingleses más respetados de la historia Bill Shankly y la consigna ha sido materializada por quien es considerado como “El Rey”, un brasileño que, como muchos otros, tenía gusto por jugar a la pelota y lo hacía particularmente bien, nacido en Minas Gerais, Edson Arantes Do Nascimento conoció este deporte como muchos brasileños (y latinoamericanos en general): en las calles.
A nivel nacional, después de que Brasil perdió la Copa del Mundo de 1950 en el famoso “Maracanazo”, Pelé prometió a sus padres (quienes, igual que todo el pueblo brasileño estaban muy dolidos por el suceso) ganar el trofeo, cumpliendo su palabra tan solo 8 años después, en lo que significó, según palabras de los propios brasileños, el hecho que trasformó la autoestima de un pueblo dolido. Desde entonces, ya no solo era un futbolista, comenzó a ser visto como una figura de esperanza, resiliencia, de disciplina y talento puesto al servicio no solo de su equipo sino cimbró el espíritu de todo un país.
Fuera de sus fronteras, la magia de su talento también lograba cosas tan inimaginables como en la cancha, tal fue el caso de Nigeria en 1967, dónde los bandos de la guerra civil en aquel entonces, acordaron un cese al fuego para que O Rey pudiera jugar un partido de exhibición en el país africano. En años más recientes, el Banco Interamericano de Desarrollo realizó una exposición titulada “Goles para el desarrollo”, en donde mostró imágenes del astro y posicionaba al impacto del deporte más famoso del mundo como vehículo para el desarrollo en América Latina y el Caribe, también fue Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO y UNICEF, en donde aprovechó el importante foro y alcance de estas plataformas para mandar mensajes de unión, de respeto, del juego limpio, dentro y fuera de las canchas.
Además, no olvidemos que Pelé fue un jugador afrodescendiente, en un entorno segregacionista, muy poco favorable para la pluralidad. Uno de los virtuosos que rompieron la barrera racial en mundo de los años 50 y 60, un hito resguardado en los libros de historia gracias al valor de unos cuantos, fue encarnado por Pelé. Representa una de las mayores victorias para él y que no figura en su palmarés oficial, más allá de como futbolista, como ser humano.
Repasemos de nuevo sus conquistas: emblema de resistencia y fortaleza nacional, modelo para futuras generaciones de liderazgo y talento para asistir a los suyos, embajador de toda una raza que comenzaba a tocar la puerta de la igualdad con él al frente, tanto dentro como fuera del campo, y claro, tres Copas Mundiales.
Ahora cuando se cuestione ¿Por qué tanto alboroto por la muerte de un futbolista?, ya podemos responder que fue mucho más que eso y, sobre todo, que su legado está muy lejos de solo enmarcarse en lo deportivo y mucho menos de terminarse.