Hablar de la polarización política en Estados Unidos parece un lugar común, sobre todo a partir de los años de Donald Trump, aunque la verdad sea dicha esa división es de hecho parte integral del sistema de ese país, aunque raras ocasiones con la intensidad actual.
Pocas veces, sin embargo, la situación es tan clara como se refleja en encuestas recientes. Una, hecha por la empresa republicana Rasmussen, hizo ver que casi 40 por ciento de los estadounidenses considera que su mayor rival político es el principal enemigo de Estados Unidos.
Para ser más precisos, 22 por ciento de los entrevistados definió a los demócratas como adversarios de la patria, en tanto que 17 por ciento se refirió así a los republicanos.
En comparación, 25 por ciento mencionó a China y 20 por ciento a Rusia.
Paralelamente, de acuerdo con la encuestadora Gallup, 68 por ciento de los republicanos se dijo "muy preocupado" por la inmigración de personas sin documentos, pero sólo 18 por ciento de los demócratas expresó un grado similar de interés.
En términos reales, según la encuesta, prácticamente 9 de cada 10 republicanos se dice preocupado en alguna medida por la llegada de peticionarios de asilo. Sólo cinco por ciento de los republicanos se dijo despreocupado, en tanto que 40 por ciento de los demócratas indicó que no tenía problemas.
Otra encuesta, hecha por la agencia Associated Press y la Universidad de Chicago, anotó a su vez que "más republicanos que demócratas mencionan la inflación, los precios de la gasolina y los alimentos, la energía y la inmigración, mientras que los demócratas se centran en la atención médica, el cambio climático, la pobreza, el racismo, el aborto y los derechos de las mujeres".
Las implicaciones son enormes. Puntos de vista tan contrarios o disímbolos difícilmente hallan un equilibrio, y menos cuando hay líderes o grupos interesados en usar la polarización en beneficio propio o de sus causas, cualesquiera que sean.
Al margen de la garantía de un debate tan brutal como continuo, es posible inferir algunas cosas. Una de ellas, que uno de los principales puntos de tensión y debate será el de migración, con todo lo bueno y lo malo que se quiera.
Y de hecho, ese tema representa muchas de las diferencias ideológicas en la sociedad estadounidense.
Para bien o para mal, si bien los demócratas han sido acusados con frecuencia de tratar de usar a los migrantes como carne de cañón, o como sujetos de explotación laboral, también es cierto que ese grupo es a su vez denunciado por xenofobia y racismo.
La migración ha probado ser un nudo gordiano en la política estadounidense, está en el centro y es el símbolo de un debate político, difícil y virtualmente imposible porque se desarrolla en cámaras de resonancia gemelas, donde cada lado sólo se escucha a sí mismo.
Y eso tiene consecuencias en su relación con otros países, México en especial.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS