Los espacios abiertos para las mujeres son un hecho, sin embargo, existe aún reticencia en otorgarles el lugar que su capacidad amerita, ya que sigue siendo complicado ver a mujeres encabezar órganos de gobierno o de dirección en empresas privadas. A nivel judicial la situación no cambia, ya que, aunque cerca del 40 por ciento de jueces en el mundo son mujeres, sólo el 25 por ciento de presidentes de tribunales son de sexo femenino. En América Latina el número de jueces mujeres disminuye al 30.4 por ciento. Por ejemplo, en España se ha registrado que 7 de cada diez ingresos nuevos en el Poder Judicial son mujeres, sólo el 38 por ciento accede a cargos de alto nivel en el Poder Judicial. Estamos hablando de un país de Europa, de primer mundo, que no logra romper atavismos de género.
La metáfora del techo de cristal se utiliza para hacer referencia a aquellos obstáculos “invisibles” a los que tienen que hacer frente las mujeres para acceder a oportunidades de crecimiento en cualquier campo de la vida humana. Ello derivado de una estructura institucional que les hace más complejo acceder a cargos de alto nivel frente a sus pares los hombres, pero no por una falta de preparación o capacidad, sino por esa visión cultural de no dar confianza a una persona del género femenino.
En el caso de México, también tenemos un gran porcentaje de mujeres en el Poder Judicial de la Federación y en los Poderes Judiciales locales, sin embargo se encuentran ocupando cargos de mediano o bajo nivel en su mayoría, accediendo muy pocas de ellas a liderar los órganos de impartición de justicia.
Es por esa circunstancia que la elección de la Ministra Norma Lucía Piña Hernández como Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es tan relevante para la vida social y jurídica de este país. Se rompió el techo de cristal de uno de los Poderes federales y deja claro que no sólo no se le debe cerrar la puerta a una mujer para asumir cualquier cargo, sino que su intervención en la vida pública y privada es fundamental para dar una capacidad de entendimiento social diferente a un país.
Pero no nos confundamos, este logro de la Ministra Piña no deriva exclusivamente de su condición de mujer, sino que está precedida de dos aspectos fundamentales: su capacidad para atender asuntos jurídicos de todos los niveles de relevancia y la importancia del servicio de carrera que en nuestro país, al menos en el Poder Ejecutivo, suele ser una ficción en la que basta una instrucción para remover a la gente de sus puestos.
La hoy Presidenta del máximo tribunal de nuestro país, además, ha pasado por todos los escalones del Poder Judicial, lo que le permite entender las entrañas administrativas y, por lo tanto, saber cuáles son las áreas de oportunidad en todas y cada una de las instancias. Asimismo, su capacidad para estudiar a fondo los asuntos es una buena linea de independencia y autonomía que clamamos los mexicanos ante las constantes presiones de la administración pública actual.
Adicional a todo ello, el proyecto de la Ministra es progresistas, es vanguardista, es atento a los rezagos de una impartición de justicia que no se puede estancar más ya que ello iría en perjuicio del pueblo de México. Por ello que, ante el reto que se presenta no sólo en su calidad de mujer, sino de un Poder Judicial que se ha pretendido mantenerlo de rodillas, requiere del apoyo de todas y todas para mantener intacta la democracia, para demostrar que la justicia no puede ser utilizado como brazo de presión a la oposición y para hacer que de una vez por todas la justicia en México sea pronta, imparcial y expedita.
POR NUVIA MAYORGA DELGADO