27 de Noviembre de 2024

CLARABOYA / Los grandes retos / AZUL ETCHEVERRY

columnas heraldo

 

 

Con cada año que inicia, surgen una serie de análisis y prospectivas de factores a considerar en el ámbito nacional e internacional, promovidas por espacios especializados en diversas materias como la social, económica o política. La mayoría de las agendas de riesgo presentadas en think tanks, bancos, agencias financieras y organismos no gubernamentales coinciden en que 2023 será un año complicado, resultado del cúmulo de secuelas de años difíciles.

Las principales problemáticas locales y extranjeras no sólo no concluyen, sino que se acrecentaron por los estragos de la pandemia por COVID-19, la cual, por cierto, parece resurgir con brotes muy considerables en Asia.

Aunado a lo anterior, tenemos que sumar la lucha de los dos modelos socioeconómicos principales a partir de una invasión armada que se ha extendido más de lo que originalmente se pensó, redefiniendo con ello las prioridades regionales y globales en temas de acceso, desde alimentos, bienes, servicios hasta las políticas energéticas internacionales en sumatoria al entorpecimiento de todos los procesos.

Se avecina otro año hiperinflacionario que puede derivar en desabastos en las economías más endebles, que representa un impacto directo en al acceso a benefactores básicos, lo que se traduciría en desigualdad, incremento en la pobreza, resistencia, degradación y problemas de legitimidad y gobernanza.

A pesar de que ese panorama resulta complejo de por sí, el verdadero reto será el de reconfigurar la estructura que hoy tenemos como especie ante el cambio climático y sus consecuencias, las cuales dejaron de ser discutibles y hoy son urgentes. Desafortunadamente, a pesar de que es un tema abordado en todas las agendas mundiales, la realidad es que la sobrepoblación, el uso descontrolado de recursos y el llano desinterés nos están llevando al punto de no retorno de recuperación ambiental.

En ese sentido y ante la ausencia de políticas que tengan la capacidad de mitigar los efectos adversos antes mencionados, se están estableciendo estrategias de adaptación bajo procesos de resiliencia y reconstrucción, considerando el apercibimiento de consecuencias cada vez mayores.

Si bien el panorama es desalentador, tampoco se puede ni debe sólo establecer el pesimismo per se, sino como la necesidad de establecer los mecanismos de construcción de rutas que nos permitan, como sociedad en su conjunto, hacer frente a estos retos universales de los cuales hoy todos somos cada vez más responsables.

POR AZUL ETCHEVERRY

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@AZULETCHEVERRY