Decenas de miles de israelíes se manifestaron el pasado sábado en Tel Aviv para protestar en particular contra el proyecto de reforma judicial del primer ministro Benjamin Netanyahu recientemente investido.
En política interna, el plan del gobierno permitirá al Parlamento anular ciertas decisiones del Tribunal Supremo y autorizará al gobierno más influencia en el nombramiento de los jueces del Tribunal Supremo.
En ausencia de una Constitución escrita oficial, el poder judicial en Israel es el único capaz de controlar al gobierno y salvaguardar los derechos individuales.
Con relación a los palestinos, los primeros días del nuevo gobierno de Netanyahu y sus aliados ultraortodoxos y de extrema derecha resultan familiares. Hace unos días, la Policía israelí allanó una reunión de padres palestinos sobre la educación de sus hijos en Jerusalén Este.
El motivo era la supuesta presencia de militantes de la Autoridad Palestina (AP), quienes habrían financiado ilegalmente al equipo de la reunión. Asimismo, la escalada de violencia no data del actual gabinete; desde la segunda intifada (2001-2005) ha ido creciendo.
Pero a partir del 6 de enero, Israel ha decretado una serie de sanciones contra la Autoridad Palestina; además, el proceso de demolición de viviendas prosigue a pasos agigantados.
Más allá de los desalojos, los palestinos de Cisjordania enfrentarán una crisis económica general, agravada por los retiros cada vez mayores de sus fondos por parte de Israel y la reducción de la ayuda internacional.
En la protesta del sábado en Israel no todos estaban de acuerdo con el programa. Más aún, la movilización careció de ciudadanos palestinos.
Si bien es cierto que hubo representación de partidos árabes, a los cuales se sumaron activistas de varias organizaciones de la sociedad civil que hicieron un esfuerzo por venir, no hubo una movilización masiva para atraer a masas de ciudadanos árabes y palestinos a la plaza.
Por su parte, los partidos políticos de centro-izquierda siguen sin poder unirse detrás de un líder. Ya se vio en la campaña electoral más reciente cuando el partido Meretz no pudo contar con el apoyo de los laboristas y careció de suficientes votos para cruzar el umbral electoral.
El destacado activista contra la ocupación, Nir Avishai Cohen, espera que una vez que los israelíes comiencen a experimentar una pérdida de derechos con este nuevo gobierno, podrán empezar a comprender cómo ha sido para los palestinos vivir bajo ocupación.
Quizá Cohen es ingenuo; lo cierto es que no puede existir un verdadero movimiento democrático sin incluir a los palestinos israelíes; tampoco puede existir una verdadera democracia en Israel mientras continúa la ocupación.