Victoriano Huerta es conocido en la historia de México como uno de los mayores villanos del país. En las clases de primaria, secundaria y preparatoria se suele enseñar una visión muy negativa de él, presentándolo como uno de los "malos" de la historia mexicana. Esto se debe a sus acciones controvertidas y los hechos que lo rodearon. Actualmente, durante la conmemoración de la Decena Trágica, es importante reflexionar sobre este suceso.
El 9 de febrero de 1913, después de que el comandante anterior, el general Lauro Villar, resultara herido durante la defensa de Palacio Nacional contra las fuerzas de Bernardo Reyes, Félix Díaz, Manuel Mondragón y Manuel Velázquez, Madero nombró a Huerta como comandante militar de la plaza. Varias fueron las advertencias que le hicieron al presidente, incluso su propio hermano le comentó su preocupación de nombrar a Huerta. A fin de cuentas, en esta decisión recae para varios la ingenuidad del presidente, aunque es cierto que ante la complicada situación era difícil saber en quién confiar.
Pasaron los días y se efectuaron los combates. Algunos sostienen que aquellas batallas fueron puro teatro, que la conspiración ya se había consumado. El 18 de febrero los hombres de Aureliano Blanquet, bajo órdenes de Huerta, aprehendieron a Madero y Pino Suárez. Después se vieron obligados a presentar sus renuncias de tal manera que quedara el “camino legal” para la llegada al poder del general. El 22 de febrero ambos sujetos fueron asesinados detrás de la penitenciaría de México.
Aunque tradicionalmente se ha sostenido que Victoriano Huerta ordenó directamente la muerte de Madero y Pino Suárez, hay testimonios que sugieren que Huerta no quería matarlos. Servando Oriol, en su texto La Decena Trágica, mantiene esta visión y cita a Edith O'Shaughnessy, esposa de Nelson O'Shaughnessy, encargado de negocios en la embajada de Estados Unidos en México.
Ella narró sus experiencias del huertismo en su obra A Diplomat’s Wife in Mexico (1916). Según O'Shaughnessy, en dos ocasiones en las que se reunieron su esposo y Huerta, el mandatario mexicano negó su involucramiento en el asesinato de Madero. Para ella, Huerta era demasiado astuto como para no darse cuenta de las graves consecuencias que podría tener la muerte del expresidente. Curiosamente, Huerta siempre negó haber ordenado la ejecución, incluso en diversas entrevistas que concedió durante su exilio.
Es difícil saber si estaba diciendo la verdad o no, la experiencia de Madero diría que difícilmente se podría creer en su palabra. Su secreto lo sabrán quienes ya están en la tumba, pero desde la historia se pueden dar siempre aproximaciones.
POR IGNACIO ANAYA