En los últimos tres años, la economía mundial atravesó por diversos escollos que han generado grandes distorsiones e infinidad de interpretaciones. Primero, la pandemia que paralizó al mundo entero por un periodo cercano a los dos años; segundo, la infame invasión de Rusia a Ucrania hace más de un año, y tercero, la baja de la economía china debido a altercados económicos y políticos con Estados Unidos, las nuevas directrices económicas dictadas por Xi Jinping y su empecinada aplicación de la estrategia “cero COVID”.
Para muchos especialistas, esas condiciones llevarían a una gran recesión con altas tasas inflacionarias y de desempleo que duraría varios años, reduciendo la tasa de crecimiento económico mundial, y con secuelas como menor crecimiento de intercambios comerciales, índices de inversión y consumo, lo que empobrecería al mundo en general. La mayor parte de los organismos internacionales temen una sombría evolución económica que podría terminar en un gran retroceso del tipo de la Gran Depresión de 1929.
Dados los acontecimientos y expectativas, muchos bancos centrales, entre ellos el de la Reserva Federal de los EU (Fed), decidieron instrumentar medidas económicas que pudieran contrabalancear esa oleada. Como hacía mucho no pasaba, se elevaron las tasas de interés y, por ejemplo, la tasa de la Fed pasó de niveles cercanos al cero a 4.75% y se espera seguirá creciendo, aunque en menor porcentaje.
Pero otros especialistas consideran que si bien el incremento de tasas de interés ayudó a detener el ritmo creciente de la inflación, el aumento de los precios obedeció esta vez a factores poco tradicionales, como la pandemia, la guerra en Ucrania y las medidas de cerrazón tomadas en China, que en general, inhibieron el comercio internacional, nuevos proyectos de inversión, lo que habla de una inflación generada por causas diferentes a las acostumbradas, y no como normalmente sucede, a la escasez de oferta
derivada de una mayor demanda de in crementos salariales.
Difícilmente el fenómeno inflacionario de estos años terminará en una gran recesión como lo han afirmado muchos. Su origen es diferente al convencional: esta vez se generó por las disrupciones de procesos productivos a nivel mundial y se resolverá con su
reestructuración, que está en desarrollo a nivel global o regional. De ello da cuenta, por ejemplo, el crecimiento de las manufacturas y las fuentes de trabajo en diversos países del mundo. En EU, los indicadores de desempleo han disminuido a sus mínimos de los últimos 53 años. No obstante, los principales bancos centrales mantienen métodos convencionales para detener la inflación, lo que parecería parcialmente incorrecto, pues el asunto tiene que ver más con el restablecimiento de procesos productivos y distributivos que con medidas de índole monetaria.
El sorprendente despegue que experimenta la economía norteamericana, que en los últimos meses crece el nivel de la producción manufacturera, el empleo, el nivel de gasto y otros indicadores y que se espera arrastrará a muchos países con los que mantiene estrechos lazos comerciales, entre ellos México, puede ser augurio de estabilización y crecimiento económico, que más que conducir a un violento o suave aterrizaje económico post-recesivo, signifique un tercer escenario, que contra la mayor parte de las
expectativas, lleve a un repunte de la actividad económica.
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA POLÍTICO