2023 había comenzado bien en la relación bilateral entre México y Estados Unidos. La Cumbre de los “Tres Amigous” se desarrolló en forma inmejorable. Fue un claro éxito del presidente López Obrador. Biden invitó a México a beneficiarse de su política de reindustrializar su país, que beneficia claramente a las tres naciones de América del Norte, y se enmarca en el distanciamiento creciente entre China y EUA, que ha producido la oportunidad histórica del “Nearshoring”.
En la Cumbre de enero Biden decidió no hablar de las quejas de Estados Unidos y Canadá por las políticas mexicanas en materia energética, y en materia agropecuaria que son claramente violatorias del TMEC. La estrategia de Biden fue mostrar al Presidente López Obrador su buena voluntad para atraerlo hacia la producción de energías limpias, semiconductores, autos eléctricos, y en general hacerle sentir que México es esencial en la consolidación de América del Norte, en la nueva regionalización del mundo.
Claro, todo ello a cambio de que México siga cooperando en el control de las migraciones desordenadas de Centroamérica, Cuba, Haití, Venezuela y de otros países sudamericanos. Biden sabe que no hay peor veneno a su posible campaña de reelección el próximo año que imágenes de una frontera caótica y migraciones desordenadas.
La prioridad de la política exterior de Estados Unidos es oponerse a la invasión de Rusia de Ucrania, y a los posibles designios de China en el sudeste asiático. Pero para tener éxito en estos intentos, necesita mantener una buena relación con sus dos vecinos inmediatos, Canadá y México. Por eso esta semana Biden se fue a visitar a su país al Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau. La tendencia estructural a la consolidación de América del Norte como región es real, profunda y beneficiosa para México, siempre y cuando la sepamos aprovechar.
Pero en la diplomacia, en la política, en la vida misma, a veces los buenos momentos duran poco. Después de la Cumbre, la DEA empezó hacer pública su frustración por lo que juzga como falta de cooperación mexicana en el control de drogas, en particular del fentanilo, que es una justificada y grave preocupación en Estados Unidos, que mata a más de cien mil estadounidenses al año.
Alimentados con información de dicha agencia, miembros de la Cámara de Representantes y del Senado, demócratas y republicanos, multiplicaron sus críticas al gobierno de López Obrador por su poca cooperación con Estados Unidos en el control de drogas y otros temas. Fueron feroces en sus críticas a la política de seguridad del presidente de “abrazos, y no balazos”. Junto con los sectores afectados por las políticas energética y agropecuaria, conformaron una masa crítica hacia México y la 4T.
Esta avalancha de críticas que no se veía desde los años ochenta en la relación bilateral. Todo se descompuso con la detención del ex secretario de la defensa de México en Estados Unidos en octubre de 2020, y su liberación unos días después, que minó gravemente la confianza entre ambos gobiernos. Comprensiblemente, el gobierno mexicano respondió con una ley que impuso mayores controles a la actuación de los agentes de la DEA en territorio mexicano, que a su vez se tradujo en una reducción de la cooperación bilateral.
La sentencia de culpabilidad a García Luna minó aún más la poca confianza que quedaba entre los dos países en temas de seguridad. Ante la opinión pública estadounidense mostró a México como un narco estado, sin matices. Por más que se trate de un juicio que innegablemente afecta la imagen del gobierno de Felipe Calderón, López Obrador no debería celebrarlo en sus mañaneras, sin reparar la amenaza implícita que ese juicio representa para su gobierno. Pero, como ha señalado Guillermo Valdés, tampoco se entiende cómo la DEA piensa que ese juicio, sin pruebas documentales, basado exclusivamente en testimonios de criminales confesos detenidos en México y extraditados a Estados Unidos, quien los convirtió en testigos protegidos, va a estimular la cooperación de las autoridades mexicanas.
La reacción del presidente al ambiente creado por la DEA y el juicio a García Luna ha sido inadecuada. No debe ser él quien responda a los congresistas estadounidenses, ni quien critique al Secretario Blinken. Para eso están la SRE y la embajada en Washington. En lugar de apaciguar las aguas, el presidente le echa gasolina al fuego. Ojalá su intención no sea despertar el supuesto antiamericanismo de los mexicanos. Hay que detener este diferendo que algunos están animando, y que no está en el interés nacional de ninguno de los dos países.
Lo que sí debe haber son muchos observadores en China, en Rusia, y en algunos países en nuestra región, sonriendo ampliamente, frotándose las manos de gusto.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS