23 de Noviembre de 2024

ANÁLISIS / El Corredor Interoceánico de México / ISMAEL CARVALLO ROBLEDO

columnas heraldo

 

 

Hay cuatro proyectos estratégicos del gobierno de López Obrador que son los que para mí explican su verdadero alcance geopolítico, entendiendo a la geopolítica como el plano de interpretación de las relaciones internacionales en función de la capacidad de los estados nacionales para acumular poder económico-político que los apuntale en el juego mundial con los mayores márgenes posibles de independencia y soberanía, y que son la refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), el Tren Maya y el Corredor Interoceánico Transístmico.

Esos proyectos, más la política social, definen el corazón de la matriz de transformación histórica que impulsa el presidente y la coalición que lo respalda, y que supone una reorganización del equilibro de poder del Estado mexicano que en el ciclo neoliberal (1982-2018) se había configurado como esquema liberalizado de acumulación en beneficio de una nueva clase enriquecida (se trata del período en el que la desigualdad en México se incrementó para hacer del nuestro uno de los países más desiguales del mundo) con la consecuencia de que sectores estratégicos de la economía nacional, principalmente PEMEX y la CFE, quedaban expuestos a su apropiación o absorción por poderosas empresas extranjeras.

Hoy, la proyección de desarrollo económico del país ofrece un panorama atractivo, prudente y racional, evidenciado entre otras cosas en el comportamiento de la paridad del peso frente al dólar, que a su vez supone un manejo equilibrado de la macroeconomía y que tira por la borda todos los pronósticos catastrofistas.

El Corredor Interoceánico Transístmico es en verdad imponente. Se trata de la conexión más angosta que existirá entre los océanos Pacífico y Atlántico, y permitirá un flujo de un aproximado de 1.4 millones de contenedores, convirtiéndose literalmente en una alternativa geoestratégica al emblemático Canal de Panamá, haciendo de México un epicentro de conectividad comercial de envergadura global.

Será también una suerte de correa de detonación económica verdaderamente extraordinaria de 303 kilómetros de longitud que conectará a los puertos de Salina Cruz (Oaxaca) con Coatzacoalcos (Veracruz), que tendrá instalados varios parques industriales distribuidos a lo largo de todo el vector de desarrollo y contará con ferrocarril, carreteras, un gasoducto, una red de fibra óptica y tres aeropuertos (en Minatitlán, Ixtepec y Huatulco).

El Corredor es sorprendente también por su profundidad histórica, pues supone un retorno a los tiempos en que la Nueva España, durante los siglos XVI y XVII, era también el centro del comercio y la globalización –cosa que nunca se nos explica con el énfasis suficiente– mediante la conexión entre Manila, Acapulco, Veracruz y Sevilla, solo que ahora mediante los nuevos nodos de desarrollo que serán Salina Cruz y Coatzacoalcos.

POR ISMAEL CARVALLO ROBLEDO