El pasado lunes un ciudadano estadounidense se adentró en una escuela cristiana privada en la ciudad de Nashville, Tennessee. El agresor identificado como ex alumno y una persona trans de nombre Audrey. E. Hale, ingresó al lugar con tres armas de fuego, dos de ellas rifles de asalto de alto calibre, para luego disparar contra tres niños y tres miembros del personal de la escuela, los seis perdieron la vida.
El incremento de la violencia armada ha sido un tema reciente en Estados Unidos (y México), en ese país ha sido motivo para reactivar el debate del control de armas en donde en lo único en que coinciden el partido demócrata y republicano es en el dolor y las condolencias, haciéndolo parecer un tema administrativo y no de un asunto de seguridad nacional, un asunto donde se están perdiendo centenares de vidas.
Del lado demócrata es más probable ver propuestas de ley que busquen directamente restringir la compra y uso de armas, mientras que del lado republicano las iniciativas van más encaminadas a atacar el problema indirectamente, por ejemplo, inversión en programas de salud mental y seguridad en lugares como escuelas.
La ciudadanía tampoco ha elegido claramente un bando, el tema de las armas está profundamente arraigado en la sociedad estadounidense, la Segunda Enmienda de la Constitución Política de ese país otorga a sus ciudadanos el derecho a portar armas y un tercio de sus adultos manifiesta tener una. Según las principales encuestas de opinión pública, a pesar de que 48% de los estadounidenses observan la violencia armada como un gran problema para el país hoy en día, están notablemente divididos sobre si la restricción de propiedad legal de armas significaría menos tiroteos.
Del lado mexicano, lamentablemente las armas sólo cambian de portador, en lugar de estar en manos de los ciudadanos se encuentran en posesión de grupos criminales que hacen gala de ellas en plena luz del día, mostrando que los vacíos de poder dejados por el gobierno han sido tomados por ellos y que tienen con que defenderlos, enfrentamientos entre estos grupos han significado víctimas y sobre todo, miedo e inseguridad que supone la presencia de armas para la ciudadanía mexicana, a diferencia de Estados Unidos, donde la protección y seguridad personal encabeza la lista de razones por las que ellos las compran y poseen.
Entre “el estire y afloje” entre facciones políticas, entre los “dimes y diretes” entre los que apoyan la compra y posesión de armas y aquellos que se oponen, se está perdiendo tiempo valioso para frenar este carrusel de violencia, con el mayor costo de pérdidas humanas. Por temas raciales, por temas de resentimiento social, por una simple pelea callejera que escaló o por conservar el control de algún territorio, la razón puede ser muy variada, pero ¿Qué es lo que detona el uso de armas que deriven en tragedias? parecería ser que los encargados de tirar del gatillo sólo tienen una cosa en común: el acceso al arma.