Frase de Ralph Waldo Emerson, filósofo norteamericano del siglo XIX, bajo una visión religiosa radical que, hoy, sin embargo, parece invitarnos a pensar en que los desafíos de la vida suelen crear nuevas oportunidades, y en los tiempos que vivimos, esta afirmación debería transmitirnos no solo tranquilidad, sino también esperanza ¿no? Veamos:
Para el filósofo francés contemporáneo, Robert Dufour, el sistema económico prevaleciente nos ha convertido en hijos de un delirio, teniendo al capitalismo como bandera: “no existe esfera que no haya sido contaminada por este delirio”.
Sabio y fiel a sus ideas, don Robert es un humanista noble y lúcido que con aguda precisión no se equivocó al señalar que somos “víctimas del productivismo” y que vivimos en una “tecno dictadura”; acierta, además, al desenmascarar los supuestos beneficios del neoliberalismo: “no libera, crea dependencias; no construye, sino que destruye acumulando basura y desigualdad, con la falsa promesa de colmarnos en la abundancia”. Y pues parece que tiene razón, cuando afirma que, una parte esencial de este delirio es la creencia de que los seres humanos somos amos absolutos de la naturaleza, que podemos disponer de sus recursos sin límite, en una suerte de delirio de grandeza.
En realidad, vivimos engañados en busca de la promesa de la abundancia, inundados con un montón de cachivaches para nuestro consumo desmedido, y en vez mejorar el mundo, en esa monótona ilusión, lo destruimos; hoy en día la gente envejece sin hacerse mayor esperando que, lo que nos dijeron, se cumpla; pero es esa promesa precisamente la que está alterando nuestra relación con la naturaleza, rompiendo el equilibrio de los ecosistemas; y es aquí, el punto de partida de la razón delirante: el corazón del capitalismo moderno remite al apetito insaciable de poseer siempre más, cuando el acceso a la riqueza infinita es una mentira vil. La riqueza infinita en un mundo finito no es posible. Pero no lo vemos.
¿Cómo escapar de este delirio?
La única salida posible es la resistencia civil, la organización de protestas masivas contra cualquier medida que pretenda afectar derechos esenciales, ya sean individuales o de seguridad social, mediante movimientos de desobediencia sistemática, empeñándonos en no continuar bajo la misma senda neoliberal, convirtiéndonos entonces en la emanación del asco por la desigualdad.
Desobedecer es cuestionar el principio mismo de la legitimidad, por eso, hagamos de una expresión horizontal un deseo vertical y apostemos por nuevas formas de ciudadanía y esquemas que combatan las desigualdades, restaurando la dignidad de los individuos y respetando el medio ambiente. Este muro debe convertirse en una puerta que nos invite a reflexionar sobre lo que sí queremos, lo que no, pero obligándonos a actuar ya.
POR DIEGO LATORRE LÓPEZ