“Tenemos interés en la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán” Josep Borrell
En el convulso Siglo XX, posterior a la creación de la Liga de las Naciones -lo que hoy conocemos como la Organización de las Naciones Unidas-, surgieron organizaciones entre naciones que compartían la misma región, similares intereses o problemáticas de la misma índole. Como en todos los clubes, las naciones más poderosas invitaban a sus miembros que podrían contribuir a la consecución de sus logros y excluían a otras que no les generaban réditos en sus intenciones. Para finales del siglo pasado, ya en un planeta menos beligerante y más boyante, se logran reunir las 20 naciones más poderosas en el ámbito económico, formando el foro del G20.
Sin embargo, fue en marzo de 1973 surgió el llamado G8, en aquel entonces era todavía G6 y se integraba por Estados Unidos, Japón, Alemania Occidental, Italia, Francia y Reino Unido. No fue hasta 1976 cuando se incorporaría Canada´, pasando a ser G7 y nace gracias a la primera crisis del petróleo, no por su escasez, sino para regular su precio en todo el mundo. Así, desde aquella época se reúnen estas 7 naciones, primero se reúnen los ministros temáticos para revisar cada uno de los aspectos como educación, salud, relaciones exteriores y, sobre todo economía, administrar la bonanza, es decir, es en donde los países ricos dictan las reglas que los demás países debemos seguir.
En la edición de este año, los ministros de relaciones exteriores se dieron cita desde el domingo en la ciudad nipona de Karuizawa, preparando la Cumbre entre los jefes de Estado a llevarse el siguiente mes, tienen un reto más allá de la administración de los recursos, son los conflictos bélicos de Rusia y Ucrania, así como el posible llevado a cabo en Taiwán, región que China reclama como su territorio. Y es que claro que el mundo ve con recelo las aspiraciones del dragón asiático, el reclamo del territorio taiwanés es una muestra de la beligerancia china, la prominencia en las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial como visión de Estado y su influencia en el conflicto ruso, tiene nervioso al mundo (sobre todo en occidente).
Ante este escenario mundial, los miembros del G7 ya muestran sus intenciones, seis de ellos comparten el discurso de hacer espíritu de cuerpo a favor de Ucrania y de Taiwán, de seguir con las presiones económicas, comerciales y políticas en contra del Kremlin, así como contener a las empresas tecnológicas de origen chino, empero el mensaje que dio la vuelta al mundo fue el proclamado por Emmanuel Macron, que, inmerso en un laberinto en su propia nación, (entre) dijo que Europa debería evitar crisis que no son suyas. Dicho que deja ver una nueva ola a nivel mundial.
Lo del presidente francés se empata con lo dicho por Trump o los actos realizados por la primera ministra italiana, en la actualidad se está apostando por el proteccionismo, por el nacionalismo o por el individualismo. Aquellos avances en cooperación internacional están quedando atrás. La administración de “la bonanza” está quedando atrás. El mundo de la paz perpetua está quedando atrás. Esa multipolaridad que llevaría al equilibrio entre naciones de la que hablamos a principios de siglo, parece que está quedando en el olvido. En un futuro no muy lejano, estas congregaciones de naciones volverán a su origen: resolver problemas regionales y, sobre todo, contener al enemigo externo.
POR ADRIANA SARUR