23 de Noviembre de 2024

ARTE Y CONTEXTO/El terrible caso del Dalai Lama y de otros iluminados bipolares/JULEN LADRÓN DE GUEVARA

columnas heraldo

Todavía me parece inverosímil el asombro de los creyentes cuando se les caen sus ídolos. Me irrita su sorpresa ingenua, pero también me parece fascinante porque en este laboratorio que es la vida, todos los días podemos comprobar cuán poco se interesa la gente por informarse y por conocer la historia de sus amados dioses encarnados. No importa a quién hayan decidido dedicarle su devoción; da igual que sean católicos, yoguis, gerentes de ventas venidos a más, chamanes peyoteros, líderes de sectas millonarias o youtubers viajeros, en fin, violadores sexuales, morales y mentales en general. 

Estas personas son víctimas voluntarias de estafadores como el Dalai Lama que, para colmo, fue enterado de que era la reencarnación de Buda a los tiernos cinco años. A partir del día en que le llegaron al precio a sus padres, fue provisto de lisonjas, mala educación, alimentación de primera, sedas preciosas y un ejército de criados a su servicio personal.

En un texto alabatorio del 5 de junio de 2005 del periódico El País, Anais Gori se muestra conmovida ante una ser que: “Predica la aceptación serena de la muerte, pero cuando sube a un avión se siente aterrorizado (...). No sabe usar un ordenador, pero es capaz de arreglar un automóvil averiado.”. Si tuviera conciencia crítica, esta escritora podría ver que su descripción corresponde a la de un idiota que, siendo un líder “espiritual”, ni siquiera se ha interesado en aprender a navegar por la red para saber cómo está diseñado el mundo de los mortales. Qué clase de ejemplo es ese, qué vergüenza.

Del Dalai Lama dice que es excéntrico, porque su devoción le impide ver que es disfuncional y atenido. Les hace gracia que no sepa usar la computadora, pero dicen que es estudioso de la física cuántica, que es el “concepto” favorito de los holísticos de moda. ¿Pero alguien le ha preguntado cuál es su definición de física cuántica? Por su parte, el Lama suelta una serie de frases felices que ha aprendido en décadas de adiestramiento. Dice cosas que cualquiera querría escuchar y se hace el chistoso mientras intenta meterle la mano entre las piernas a una visiblemente incómoda Lady Gaga.

El profeta de la no violencia no sabe nada porque no lo necesita, y los parásitos que viven de él no le dan información porque tampoco saben nada, son unos changuitos entrenados. No saben que una de las máximas formas de violencia es hacerse de la vista gorda. Los budistas de alto rango fingen ceguera ante los monjes budistas mexicanos que acosan y violan a sus adeptas, por ejemplo, y sonríen con la mano levantada aventando bendiciones a las víctimas de su secta. Lo mismo los fans espirituosos que tienen mucho dinero y que blanquean sus miserias patrocinando viajes para juniors y conferencias impagables. Si no, pregúntense por qué sostenía una relación tan estrecha con Keith Raniere, el líder de la secta NXIVM (Nexium) y cuánto le pagaba para lavar su imagen. ¿No sabía qué pasaba? Y cuando se enteró, ¿por qué no alzó la voz? Misterio.

Al parecer, los fans del Dalai Lama están indignados por el comportamiento de un sensei que al final es la encarnación de sus propios deseos, porque depositaron en él una serie de atributos que ellos necesitaban que tuviera. Es decir, que al rezarle es como si se rezaran a sí mismos. Lo malo de no saber que no sabes es que te expones a ser víctima de estafadores, de asesinos, de violadores y de periodistas que no investigan ni ven las cosas a través de una lente crítica e informada. Lo malo de mal informar, de confundir creencias con conocimiento y de ser “respetuosos” con las supersticiones, es que exponemos a la gente a seguidores infames a quienes no les importa si te mueres consumiendo ayahuasca, homeopatía, buenas vibras o vegetales cuando tienes cáncer, por ejemplo. Si no, pregúntenle a Steve Jobs, cuyo cáncer de páncreas era curable pero debía operarse de inmediato, pero decidió perder el tiempo con acupunturistas, jugos de frutas, meditaciones, alimentación macrobiótica y videntes, entre otros. Dijo que no quería someterse a tratamientos invasivos como la quimioterapia y después de nueve meses se arrepintió, pero ya era tarde así que se murió.

Todos tenemos la obligación de informarnos de la vida y obra de personajes funestos como Teresa de Calcuta, que era una ladrona y asesina a quien Juan Pablo II permitió hacer usufructo del dolor y la muerte con tal de que le llenara las arcas del Banco Vaticano. Lo mismo con Marcial Maciel, que era su cómplice y contemporáneo. Hay que decirlo, aunque te dejen de hablar, como mi tía Ofelia de Chihuahua, que se pone como demonio cuando la realidad no concuerda con las enseñanzas del cura pederasta que le da misa los domingos.

En fin, mucho ojo con esta gente que predica con frases que podemos interpretar como queramos cuando más lo necesitamos. Mucho cuidado con Yordi Rosado cuando promueve la ayahuasca, con los eufemismos, con el dogma de fe, con nuestra hipersensibilidad cuando nos damos cuenta de que nos hemos equivocado. A final de cuentas somos seres humanos falibles que podemos aprender. No necesitamos formar parte de una secta para ser buenas personas, a menos que te dé igual chuparle la lengua a uno de estos miserables para saciar sus apetitos.

Por eso, el fomento del pensamiento crítico es el antídoto a la ignorancia voluntaria que, lejos de hacer feliz a los crédulos, alimenta las arcas y los egos de estos seres despreciables.