Desde la campaña electoral, López Obrador se empecinó en vender el avión presidencial “lleno de lujos y despilfarro” que compró Felipe Calderón y estrenó Enrique Peña Nieto. Por fin se logró, esto ocurrió unos días antes de su gira a Mérida, donde la salud del presidente vino a menos y comenzaron las especulaciones si la causa fue un infarto al corazón, al cerebro o, como se comunicó, un contagio de Covid 19. Dejando de lado la salud del presidente, debemos volver al avión, ese que “no lo tiene ni Obama”, ese que no salió ni en rifa, ese avión que hasta se rentaba para cumpleaños y quince años. ¡Se vendió el avión!
De esta manera termina un capítulo -con tintes surrealistas- de la administración de la Cuarta Transformación. Recordemos que hace cinco años fue una promesa de campaña de AMLO, señalamiento explícito a “que no somos iguales” en el marco del combate a la corrupción; después de erogar miles de dólares por la renta un hangar en California se decidió regresarlo al país para rifarlo, la famosa “no rifa del avión”, pasaje que también le costó al erario mexicano pues los “cachitos” tampoco se vendían y el gobierno tuvo que comprar miles de estos boletos; posteriormente también se anunció para que las familias mexicanas festejaran ahí sus eventos (en tierra, claro); por último se dijo que iba pasar a la Secretaría de la Defensa Nacional, para ser parte de su flotilla de la nueva aerolínea “Mexicana de Aviación”.
Dicha aeronave llamada “José María Morelos y Pavón” es modelo Boeing B787 Dreamliner, con acabados suntuosos, suit privada y con capacidad para albergar a 80 pasajeros, el cual se adquirió por un precio aproximado de 218 millones de dólares, su avalúo actual es de 117 USM y se logró vender en la cifra de de 92 USM a un comprador procedente de Tayikistán (país ubicado en Asia Central, que limita con Afganistán, Uzbekistán, Kirguistán y China), es decir, se vendió el avión, pero a un menor precio del que se esperaba, pero se eliminan los costes de mantenimiento y almacenamiento, además de que el erario ya no absorberá su depreciación.
El dinero de la venta va a pasar a otro elefante blanco, el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado y este a su vez lo destinará para construir dos hospitales de 80 camas en las zonas más pobres del país, mediante el IMSS Bienestar y su construcción será llevada a cabo por el ejército.
Lo que sigue al respecto es que, ya con tintes electorales (aún más de los cotidianos), se va a decir por días que el gobierno de la 4T no es igual a todos los demás, que los lujos no se dan en este gobierno y que el presidente cumple sus promesas. Austeridad republicana, honestidad valiente y alguna que otra frase hecha.
Ahora bien, la dimensión moral de esta administración es lo cuestionable. El comprador es proveniente de un gobierno dictatorial y el usuario será Emomali Rahmon, quien encabeza a Tayikistán desde 1994 y que el pueblo tayikistano vive empobrecido y sus recursos naturales son saqueados desde hace más de 3 décadas.
Con el crisol moral, ¿no sería lo mismo usar este avión que venderlo a un dictador? En resumidas cuentas: el avión no salió ni en rifa; se vendió por mucho menos dinero del que se adquirió; el comprador es un dictador asiático y; discursivamente se utilizará como diferenciador con “los otros”, como parte de las frases electorales venideras.
POR ADRIANA SARUR