Un hilo conductor infaltable en la retórica antidroga de Estados Unidos es la xenofobia: los culpables de que miles de jóvenes estén muriendo anualmente por consumir fentanilo son los extranjeros, sobre todo los chinos y los mexicanos, como antes se culpó a los colombianos y, en otros ámbitos, a los comunistas, a los terroristas de Medio Oriente y, aun ahora, a los migrantes latinoamericanos.
Sin pretender exculpar a los narcotraficantes mexicanos, lo cierto es que son narcotraficantes estadounidenses, principalmente, quienes distribuyen el fentanilo y otros estupefacientes en territorio de EU. Según datos de la Comisión de Sentencias de ese país, citados por el Cato Institute, los estadounidenses representaron 86.3% de las condenas por tráfico de fentanilo, mientras sólo 8.9% fueron inmigrantes “ilegales”.
La introducción de fentanilo en Estados Unidos no solamente ocurre atravesando subrepticiamente el desierto, el río o los aires, o mediante túneles transfronterizos, sino también por los cruces legales en la frontera. De acuerdo con el Cato Institute, más de 90% de las incautaciones de fentanilo en la frontera ocurre en los cruces fronterizos legales y en los puntos de control del interior de los
vehículos. Según la DEA, las drogas son introducidas en vehículos de pasajeros con compartimentos ocultos o mezclados con mercancías legítimas en camiones con remolque.
No sólo eso, la promoción de opioides sintéticos en EU tampoco se debe a extranjeros, sino -¡oh sorpresa!- a farmacéuticas estadounidenses. Escribe Pedro Miguel en La Jornada: “No fueron los cárteles mexicanos los que empezaron el envenenamiento masivo de estadounidenses; fueron empresas farmacéuticas de Estados Unidos, con la corrupción del Legislativo y la pasividad del Ejecutivo y de la US Food and Drug Administration (FDA), los que volvieron adictos a millones de sus ciudadanos con toda suerte de opioides sintéticos, entre ellos, el fentanilo y el tramadol”.
El periodista añade que ese proceso se inició en 1996, cuando la compañía Purdue Pharma lanzó al mercado de medicamentos libres un analgésico supuestamente inofensivo, el OxyContin. Entre 2006 y 2012, los laboratorios Actavis Pharma, Pharmaceutical y SpecGx, además de la Purdue, vendieron 76 mil millones de dosis de analgésicos que contenían algún opioide entre sus sustancias activas. (https://bit.ly/40FlnZM)
Nada de lo apuntado aquí pretende exculpar a los cárteles mexicanos de su dañina actividad y de la estela de violencia y muerte
que causan, pero sí poner el acento en que hay una responsabilidad compartida. Por tanto, la solución compete a los dos países y es obligada la mutua colaboración, pero ésta es difícil si -como ha ocurrido- los operadores de EU actúan y aun se ufanan de infiltrar a cárteles mexicanos pero violando la ley y lesionando la soberanía de México.
En esta materia, como en otras, urgen la negociación y el acuerdo, sobre las bases de que la corrupción y el delito están en los
dos países.
Plus Online: Los problemas de la DEA
La Drug Enforcement Administration (DEA) ha sido varias veces centro de corrupción, escándalo y sospecha. Dos ejemplos:
a) En 2011, el diario The New York Times informó que la DEA había estado lavando y contrabandeando millones de dólares de ganancias de los cárteles mexicanos, supuestamente como parte de la lucha contra el narcotráfico, pues se intentaba determinar cómo mueven su dinero las organizaciones criminales, dónde lo almacenan y quiénes son sus líderes.
"Las actividades de alto riesgo levantan delicadas preguntas sobre la eficacia de la agencia para acabar con los cabecillas del narco", apuntó en NYT y añadió: "Hasta ahora hay pocas señales de que el seguimiento del dinero haya afectado las operaciones de los cárteles y que los narcos mexicanos están sintiendo un castigo financiero serio".
b) A fines de 2022, la DEA destituyó a su jefe de operaciones en México, por presunta corrupción. La Associated Press (AP) informó que la destitución se debió a contactos inapropiados con abogados de narcotraficantes, “un final vergonzoso para una gestión breve marcada por el deterioro en la cooperación entre ambos países y un flujo récord de cocaína, heroína y fentanilo
hacia Estados Unidos”.
No son los únicos casos de corrupción y sospecha en la DEA, pero bastan para subra yar que esa agencia gubernamental de EU está lejos de la imagen de eficiencia y honestidad que algunos le atribuyen.
POR EDUARDO R. HUCHIM