La madre es un símbolo paradigmático en este país, ya que se puede ubicar en un sinfín de contextos. Para todas las personas, es el primer contacto humano que suele generar un lazo indisoluble emocional, y que se incrementa a través del amamantamiento. Conexión que también se puede lograr en la adopción. Sin embargo, no podemos olvidar que la idealización de la maternidad suele estar plagado de convenciones sociales o prejuicios que ocultan e impiden la manifestación abierta de las incomodidades que se dan durante el embarazo y el parto, en donde los periodos de puerperio y amamantamiento generan una incomodidad para muchas.
Hablar abiertamente de la maternidad, separándola del embellecimiento, es un tema necesario a tratar dentro del contexto actual de México, ya que en pleno siglo XXI, se continúa pasando por alto el enorme esfuerzo que implica este proceso natural; el cual abarca complejidades físicas y sociales, tales como la adaptación rápida de las madres para regresar a sus entornos de independencia laboral y financiera; equilibrar la lactancia, regresar a la talla antes del embarazo y tener tiempo con el bebé.
Abrir la puerta a estos temas, implica una mejor comprensión social, de que la maternidad es importante y bella, pero que está acompañada de retos, tales como cambios sociales, biológicos, económicos y familiares que llegan a menoscabar la salud física y mental, de las madres, bajo un esquema ligado a una expectativa social anacrónica, que promueve exigencias incumplibles y la “crítica negativa.”
La película “Y cómo le hace ella,” con Sarah Jessica Parker, es un estupendo recordatorio de que la maternidad esta llena de actividades y obligaciones que ocupan el mayor tiempo de las mujeres, con o sin ayuda de sus parejas.
Por otro lado, destacado es el hecho de que la palabra madre, también sea “utilizada” con connotaciones negativas. Para la lingüista universitaria, Concepción Company, a través del programa #EnTrending de TV UNAM, refiere que en México la palabra tiene una gama de ocho ejes negativos y que es importante preguntarse como una palabra tan importante en el léxico nacional, tanto sentimental como personal, puede tener significantes tan peyorativos, negativos y violentos.
Si tomamos en cuenta la veneración hacia las mamás en México, resulta extraño que, de 38 millones de ellas, el 11% de ellas sean madres solteras, lo que habla de la enorme irresponsabilidad social y de un cúmulo importante de hombres que abandonan sus obligaciones.
Sin ser expertos, podemos apreciar que tenemos una dualidad entre amar y odiar, utilizando como agravio a las mujeres. Lo anterior descifra perfectamente lo que debemos cambiar para propiciar un ambiente que nos libre del maltrato generalizado.
Las mamás merecen todo el amor, el respeto, pero también el reconocimiento de que son mujeres que sortean muchos obstáculos a lo largo de la vida, ya sea en forma personal o a través de sus familias. Necesitamos reconocerlas más allá de las flores, comidas u obsequios.
Por lo que respecta aquellas que han alcanzado la tercera edad, a las madres buscadoras, a las enfermas, a las que han migrado, debemos pagar nuestra deuda, acompañándolas, apoyándolas en su dolor, y si se puede ayudando de la manera en que lo necesiten.
Muchas de ellas representan la piedra angular de unión, de soporte económico y de protección de la familia.
Con esta nueva visión debemos festejarlas con todo cariño; disfruten la canción “Señora” de Denise de Kalafe, los bailes infantiles que se preparan con motivo de esta fecha, los cuadros de manitas y pies; los besos y abrazos familiares, los regalos, las comidas, pero sobre todo, los recuerdos de la enorme fortuna de tener o haber tenido a la mejor madre del mundo.
¡Gracias, mamá Blanca Rosa!