Tienen que caminar largas distancias; van de un lugar a otro conforme les llega información de sus hijas o sus hijos desaparecidos. Dejan atrás su vida, familia, aficiones e intereses para dedicarse en cuerpo y alma a una vida de búsqueda en la que corren siempre contra el tiempo, siempre en movimiento con el corazón en la mano, el dolor a flor de piel y la esperanza de saber en dónde terminó ese muchacho o esa niña a los que ellas trajeron al mundo, pero hoy no pueden y no quieren todavía despedirse de su recuerdo.
Las han llamado las Madres Buscadoras y hoy su lucha es una herida abierta y dolorosa para todo un país y un gobierno que las miran sufrir, correr, penar con una mezcla de apatía e indiferencia. Si Argentina tuvo a sus “Madres de la Plaza de Mayo” que con sus pañoletas caminaban todo el tiempo frente a la Casa Rosada exigiendo la aparición de sus hijos o al menos de sus cuerpos desaparecidos, torturados y asesinados a manos de la dictadura militar de Videla, hoy el México de López Obrador tiene a más de 109 mil madres que lloran por la desaparición forzada de uno de sus hijos, padres, madres, tíos, hermanos, arrebatados de la vida y de sus familias por el crimen organizado y el poder político, o por la complicidad de ambos.
No se sabe con precisión cuántas madres de desaparecidos han decidido emprender su propio camino para caminar, correr, arañar la tierra con sus manos o con picos y palas para buscar en campos yermos de la Patria que hoy están convertidos en miles de fosas clandestinas donde reposan, decenas de miles de cuerpos, en su mayoría de jóvenes, que un día salieron de casa y nunca regresaron, nunca más se volvió a saber de ellos.
Lo que sí se sabe es que cada vez son más madres buscadoras, que se agrupan en al menos 40 colectivos de un movimiento de la sociedad civil que, contra corriente, contra el gobierno que no las apoya o las ignora, contra las autoridades judiciales que lejos de ayudarlas les ponen trampas burocráticas y les dan largas a las averiguaciones, andan recorriendo el territorio de los diferentes estados donde el problema de las desapariciones sigue creciendo y se agrava. Jalisco, Sonora, Zacatecas, Guerrero, Michoacán, Estado de México, Colima, Nayarit, San Luis Potosí, Chihuahua, Nuevo León, son solo algunos de los estados que hoy suman ya más de 109 mil desaparecidos en el registro oficial de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas.
Y para colmo, para hacer aún más dolorosa su carrera contra la muerte y el olvido, en los últimos meses a las madres buscadoras, que siempre fueron objeto del acoso y la intimidación del narco para que “no le mueva ya señora”, “deje de buscar”, “se va a meter en problemas”, ahora de las amenazas los criminales han pasado a la violencia directa en contra de madres que son atacadas, asesinadas con toda impunidad por buscar a sus hijas e hijos. La carrera de estas madres es una carrera para la que nadie jamás debería prepararse, porque el camino es duro, complicado, difícil y la meta, si es que la hay, siempre será descarnada, dolorosa y cruel.
POR ROSSANA AYALA