Varias noticias han llegado desde la Argentina. Una ocurrió el 21 de abril, cuando el presidente de izquierda Alberto Fernández aseguró que no se presentará al proceso electoral de este año, suspendiendo su posibilidad de reelección. Eso ocurrió poco después de que el expresidente Mauricio Macri anunciara, igualmente, que tampoco le interesa estar en la boleta presidencial.
A partir de ahí se soltaron los demonios y hay pleitos constantes para definir las reglas definitivas del proceso electoral, y conformación de los liderazgos que abanderarán a las alianzas.
Esta semana llegó otra noticia perturbadora: el banco central de ese país elevó en seis puntos base la tasa de interés, para dejarla en 97 por ciento. Es un nivel que refleja la gran preocupación por la inflación, que ha llegado a 109 por ciento de manera anualizada.
Esto significa que los precios de los productos más que se duplican en un lapso menor a un año. Y es curioso, porque a pesar de esa problemática económica el país mantiene signos que no refieren carestía: el cantante Luis Miguel anunció diez conciertos en la Movistar Arena de Bs.As., y agotó todos los boletos.
No hay perspectivas halagüeñas. El Fondo Monetario Internacional, de Kristalina Georgieva, le ha tendido la mano recientemente para flexibilizar las condiciones que le impuso para el refinanciamiento de una deuda por Dlls. $44 mil millones.
Entre esas condiciones están la acumulación de reservas internacionales y la reducción de ciertos subsidios, una política típica de los gobiernos de izquierda. No obstante, este año la sequía en el campo argentino ha dañado severamente las cosechas de granos, que son las principales exportaciones de ese país, por lo que sus ingresos se verán mermados en alrededor de Dlls. $14 mil millones.
Hoy no hay nada en el escenario que permita afirmar que ese país entrará en ruta de estabilidad. Hasta el presidente de Brasil, Lula da Silva, ha dicho que enviará a su ministro de finanzas a hablar con el Fondo para que le quiten “el cuchillo” del cuello a su vecino.
Lo que Argentina no ha hecho son dos cosas: (1) no ha transformado su economía para hacerla de alto valor agregado, pues ha elegido mantenerse como líder en el mercado global de commodities; y (2) no ha propiciado un clima empresarial que permita a un
número robusto de empresas crecer y generar una base corporativa competitiva y robusta (excepto por Mercado libre, una gran corporación de la nueva economía digital, con sede en esa nación).
Ojalá Argentina encuentre respuestas. Pero la crisis ya estalló, y para la elección presidencial aún faltan varios meses. No debe extrañarnos que en este verano veamos un colapso colosal, mientras el presidente en funciones repite, como ha hecho, que su país enfrenta un problema de “inflación psicológica”.
POR CARLOS MOTA