23 de Noviembre de 2024

HIEL Y MIEL / Confianza / Tere Vale

columnas heraldo

 

 

En psicología sabemos que los bebés necesitan de un entorno consistente para poder desarrollarse, un medio ambiente seguro y estable. Desde los primeros meses de vida, los humanos vamos conformando una forma de ser que nos permite y permitirá, durante toda nuestra existencia, tener a la mano emociones positivas y empáticas con el otro. Este es uno de los aprendizajes más importantes de toda nuestra vida,  ya que se forma así uno de los pilares de nuestra estructura de personalidad.

Casi me atrevería a decir que un bebé que logra integrar esa confianza básica en sus primeros meses será un adulto con reciedumbre y certidumbre interna, tendrá capacidad de comprensión y solidaridad con los demás. Podría decirse que si esto se logra, al paso de los años será un individuo preparado para vivir en sociedad.

Por el contrario, la desconfianza se da cuando una persona tiene la sensación de aislamiento, abandono y especialmente cuando se internaliza que siempre debemos de estar alertas para protegernos de las acechanzas impredecibles que nos rodean. El pacto social consiste finalmente en que un grupo de individuos estemos de acuerdo en permanecer juntos y seguir una serie de reglas para saber a que atenernos si las cumplimos o si las violentamos.

Dice el paleontólogo español Juan Luis Arsuaga que los sapiens hemos suplido nuestra falta de fuerza física por la fuerza del grupo. En la batalla cuerpo a cuerpo no estamos dotados como otros mamíferos como los osos, gorilas o leones para poder derrotar a lo que nos amenaza a base de mordidas y manazos, pero entre todos, entre muchos, nos volvemos prácticamente invencibles. Así es como nuestra especie ha sobrevivido, teniéndonos confianza, trabajando en equipo, logrando alianzas, trazando rutas o estrategias para conseguir nuestros objetivos. Ni los Neandertales, que eran mucho más fuertes y musculosos, pudieron con nosotros los sapiens. Y todavía aquí estamos. El poder de nuestra inteligencia está muy por encima de la básica fuerza bruta. En ocasiones difíciles, quizá como esta, pareciera que nos hemos olvidado de ello.

La evolución —y sigo parafraseando a Arsuaga— nos ha hecho a los humanos más sociables, solidarios, empáticos, astutos y cooperativos. De joven solía decir, quizá presintiendo al paleontólogo, que neurona mata barbarie, presupuesto y hasta autoritarismo. Creo hasta este momento y muchos años después que así mero es.

Vivimos tiempos revueltos en donde hemos ido perdiendo especialmente la confianza en nosotros mismos. Muchos se han transformado —a fuerza de ignorancia, amenazas y mentiras— en seres inseguros, recelosos, pasivos, temerosos y lo peor de todo, en seres derrotados.

La desmovilización y la apatía, la sensación de fracaso anticipado, son nuestros más peligrosos enemigos, incluso más poderosos que los que quieren controlarnos.  Los invito a que en este momento difícil nos sintamos optimistas. No podemos darnos el lujo de fracasar, es mucho lo que está en juego.