*** El sufragio va para celebrar que vivimos en democracia, pero también para garantizar un mejor futuro para las siguientes generaciones
A principios de los 80 del siglo pasado, Carlos Pereyra convocó a un destacado grupo de intelectuales mexicanos a escribir un libro que se volvió obligado para las siguientes generaciones. Intentaban responder una cuestión nada trivial: ¿para qué sirve la historia?
A pesar del tiempo en que la humanidad ha hecho investigación histórica, la utilidad práctica y la función social de la disciplina merecían una discusión profunda que fue acertadamente detonada en este texto.
Parafraseando a aquellos autores y a nueve días de las elecciones locales más grandes que jamás haya registrado el país, conviene preguntarnos: votar ¿para qué? La participación electoral no ocurre en automático. Requiere convencernos de que el tiempo y esfuerzo invertidos en el ejercicio de derechos políticos–electorales tiene sentido y vale la pena.
En el caso mexicano, es la propia historia la que ofrece una explicación incontrovertible.
Hace apenas unas décadas el país vivía contextos autoritarios, donde las elecciones no eran competitivas, ni los ganadores eran inciertos. Nos habíamos rezagado de la tercera oleada democrática.
Fue hasta que la pluralidad ganó un poco de terreno, que el voto pudo abrir el paso hacia la competencia política y, a la postre, profundizar el cambio democrático que vivimos hasta nuestros días. En México, apreciamos el valor del sufragio porque ya sabemos cómo fue vivir en un régimen distinto.
Más allá de la coyuntura histórica, el voto tiene una utilidad práctica. Nos permite mostrar la simpatía con programas de gobierno y políticas públicas concretas.
De ahí la importancia de que el sufragio se emita de forma informada y razonada.
En la actualidad, están disponibles en internet herramientas como Conóceles o Voto Informado que brindan información confiable para que la ciudadanía conozca las propuestas y trayectorias de las candidaturas.
En efecto, el voto ofrece beneficios, tanto para quienes se deciden por la opción mayoritaria, como para quienes lo hacen por otra alternativa. En ambos casos, el sentido del sufragio refleja preferencias políticas. Es la agregación de las mismas la que genera un
mandato nítido para quienes gobiernan.
Al ejercer nuestros derechos políticos, las y los ciudadanos reflejamos el amor a nuestra nación, a nuestro estado, a nuestro municipio. El tiempo y esfuerzo que dedicamos para pensar las mejores propuestas de política pública irradia los anhelos por un mejor presente y un futuro más halagüeño.
Es cierto. El voto va para celebrar que vivimos en democracia, pero también para garantizar un mejor futuro para las siguientes generaciones. Nuestras decisiones de hoy tendrán impacto en las personas del presente y del mañana. El esfuerzo vale la pena.
Este 4 de junio, la ciudadanía mexiquense y la coahuilense tendrán en sus manos una nueva posibilidad de decidir el futuro de sus estados. En México el voto es libre y secreto.
Hay que ejercerlo sin condicionamientos, amenazas o presiones.
Por Amalia Pulido