23 de Noviembre de 2024

MEXICANOS PRIMERO / Les estamos fallando / Katia Carranza

columnas heraldo

 

Para poder aprender, las niñas, niños, adolescentes y jóvenes (NNAJ) necesitan estar bien, esta es una de las premisas que sostenemos en nuestro último estudio en Mexicanos Primero: Aprender a estar bien. Estar bien para aprender. Pero se preguntarán ¿qué es estar bien? nosotros sostenemos que tiene que ver con el autoconocimiento, la regulación propia, el reconocimiento y vivencia de todas las emociones, así como la empatía hacia lo que sienten los otros; básicamente, se resume en el aprendizaje, desarrollo y puesta en práctica de las diversas habilidades socioemocionales que posee el ser humano.

Otra de las premisas que sostenemos en este estudio es que las habilidades socioemocionales también constituyen un aprendizaje en sí mismo, es decir, forman parte de los aprendizajes fundamentales que todas las NNAJ deben adquirir en la escuela y, cuando esto no sucede, no se está garantizando su derecho a aprender. Diversos estudios han señalado que entre las consecuencias de no abordar estos temas desde edades tempranas se encuentran mayor riesgo de suicidio, una mayor probabilidad de problemas con el abuso de sustancias o trastornos alimentarios, conductas delictivas, una menor aceptación de las intervenciones de salud sexual y reproductiva, una menor adherencia a los antirretrovirales entre los pacientes con VIH y adolescentes seropositivos, menor rendimiento académico y mayor probabilidad de abandonar la escuela.

No es un secreto que el confinamiento debido a la pandemia por COVID-19 vino a visibilizar que las emociones de NNAJ deben ser atendidas urgentemente, ya que muchos de ellos no supieron cómo expresarlas; algunos pasaron de la alegría (por no ir unos días a la escuela) al miedo, la incertidumbre, la frustración, el desespero, la tristeza, entre muchas otras. Estar conteniéndose durante más de un año, sin saber cómo expresar lo que sentían, generó que, durante el regreso presencial a las escuelas, emergieran todas esas emociones. En algunos casos fue mediante ataques de ansiedad o de pánico, bajo rendimiento académico, intentos de suicidio o en el incremento de la violencia escolar.

Justo este último aspecto, el de la violencia escolar, es el que ha cobrado mayor visibilidad. Hace pocos días, un joven de secundaria ingresó a su escuela, en el Estado de México, con un arma, al parecer, con el objetivo de dispararle a su maestra de matemáticas; en el mes de marzo, una alumna de secundaria golpeó a su compañera hasta causarle la muerte, mientras los demás estudiantes grababan con su celular, sin ayudarla. No son casos aislados pues hay una cadena de situaciones, unos más graves que otros, en todo el país.

Hay que reconocer que no se ha dado el acompañamiento necesario, no los hemos escuchado, no hemos exigido la creación de políticas, programas o acciones que realmente atiendan el problema de raíz. Ya ha quedado demostrado que programas como el de Mochila segura no funcionan; pero no hemos alzado la voz para exigir la implementación de programas que sí tienen resultados positivos, como la presencia de un psicólogo educativo en cada escuela.

Estamos fallando a las niñas, niños y jóvenes al no poner en el centro de la política educativa estrategias preventivas y de atención integral, que contemple su bienestar emocional, dejándolo que los casos queden olvidados en los tribunales. Con esto estaremos  violentado doblemente sus derechos al no existir mecanismos de atención postraumática para víctimas ni atención adecuada en los Centros de adolescentes en conflicto con la ley, ya que en esos espacios tampoco está garantizado su aprendizaje porque no hay materiales educativos ni docentes formados con las habilidades para impartir clases a esta población y en este contexto en particular, a pesar de los esfuerzos que se han realizado desde la sociedad civil para revertirlo. Es momento de actuar, es momento de exigir, ya no podemos seguir fallándole a nuestra niñez y a nuestra juventud, hoy nos necesitan más que nunca.