Sin riquezas, sin corona, sin súbditos, sin abundancia, indigentes, pero intactos de orgullo. Muchas veces sin identidad oficial, pero dueños de sus cartones. Buzos de la basura: paleontólogos de gramos de cobre y aluminio, cuya venta de para un pan e hidratar el alma…
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en su Informe Anual 2022, advierte que un tercio de la población en México son niños, niñas y adolescentes, de los cuales 21 millones viven en condiciones de pobreza (incluyendo, aquellos en situación de calle) que, en la Ciudad de México, conforme con estimaciones del Consejo Nacional de Población son cerca de 15,000.
Se les puede observar en avenidas, mercados y estaciones del metro. Con menor frecuencia, en los parques, corredores comerciales, terminales de autobuses, y terrenos baldíos. Las causas por las que viven o trabajan en las calles son diversas: desde los flujos migratorios, pobreza, desintegración social, hasta abandono, maltrato y violencia familiar. Siempre discriminados, son blanco fácil para el consumo de drogas, la explotación laboral, la prostitución, el acoso policial y la delincuencia. De acuerdo con estudios realizados por la Escuela Nacional de Trabajo Social, 4 de cada 10 son adictos a diferentes estupefacientes y caen en manos del hampa; la estadística señala que la esperanza de vida se reduce a 22 o 25 años por daño físico a su salud.
No estamos ante un problema pedagógico, más bien ante la violación de derechos fundamentales. Las instituciones del Estado deberían garantizar sus mínimos derechos: alimentación, salud, educación y no discriminación. La Red por los Derechos de la Infancia en México, desde 2003 identificó siete criterios mínimos que deben seguir las políticas públicas dirigida a los niños de la calle: 1) calidad, para que estén elaboradas por expertos y basadas en estándares internacionales; 2) pertinencia, a fin de que sean sensibles a las necesidades de los niños; 3) relevancia, de modo que se elijan las más significativas; 4) presupuesto, pues deben estar respaldadas por recursos públicos suficientes; 5) marco jurídico, para que tengan adecuado fundamento legal; 6) transparencia, que nos permita evaluar el ejercicio presupuestal; y 7) visión a futuro, con impacto más allá de la administración en turno.
¿Qué se ha hecho?
La falta de información hace que estos chicos sean invisibles: Ellos son los únicos y verdaderos afuera, los cocineros de la fealdad, los prisioneros del peligro, raíces de lo siniestro, ejemplares de lo perverso. Ojos que no parpadean para que otros ojos se cierren tranquilos.
En el sistema actual, la calle pertenece a quienes no deberían estar en ella. Lluvia de realismo. El dinero no se estira, pero igual ahí están, como una vibración sin traducción posible.
Hemos fallado rotundamente.