23 de Noviembre de 2024

DESDE AFUERA / Unión Europea y América Latina / JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

columnas heraldo

 

La próxima reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) con la Unión Europea (UE) plantea algunas consideraciones políticas.

De entrada, el encuentro es un tanto cuanto curioso: la Celac, como tal, es un organismo todavía en embrión: carece de sede y de secretaría general con las complicaciones correspondientes (personal, presupuesto, consolidación).

Pero son detalles marginales: ya se ha propuesto que la actual sede y personal del vegetativo Sistema Económico Latinoamericano (SELA) pueden servir perfectamente, aunque se encuentre en Caracas.

Más complicado y menos claro en todos sentidos es que el encuentro pondrá de relieve la debilidad institucional de la Celac, así sea temporal, y un intento de reforzar la Unión de Naciones de América del Sur (Unasur) a través de la conclusión de los acuerdos de libre comercio con la UE.

En ambos casos destaca el papel de liderazgo que el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva desempeña por ahora, al menos en América Latina, y que no difiere mucho de las metas de la diplomacia tradicional brasileña, en especial aprovechar su papel hegemónico en América del Sur para ponerse a la cabeza de un bloque de naciones y hacerse oír mundialmente como potencia regional.

Ese papel fue subrayado en mayo último, cuando Lula da Silva se reintegró y convocó a la reunión de la Unasur, que promovida por el propio Lula en 2008 fue abandonada por el gobierno de Jair Bolsonaro en 2019.

Pero al mismo tiempo, tanto la Celac como Unasur surgieron como organismos impulsados por Lula da Silva, durante su primer mandato en Brasil, para impulsar la integración regional y como vía, dicen algunos, de contrarrestar la generosidad con que Hugo Chávez distribuía fondos venezolanos procedentes de las exportaciones de petróleo y hacía adelantar a su Alianza Bolivariana de América (ALBA).

La importancia de ese particular bloque (Brasil, Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Venezuela, Uruguay y Paraguay) está en que es funcional hace varios años y especialmente tras el retorno de Lula al poder.

De acuerdo con algún dirigente la Celac, revitalizada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, aún está débil y por tanto Unasur debe encabezar el proceso integrador. El problema es que Unasur no parece despegar.

Además, la fórmula excluye en principio a México, Centroamérica y el Caribe.

La ambición brasileña es legítima por cierto, sobre todo porque parece contar con la anuencia de los países asociados con Brasil en la Unasur.

Pero según el analista argentino Augusto Taglioni, "Brasil siempre diseñó la unidad para dos beneficios muy concretos: la internacionalización de sus empresas y la consolidación de su hegemonía política".

Y eso sin comenzar a considerar que mientras que la mayoría de los países de América Latina tienen ahora gobiernos progresistas o de izquierda, la membresía de la UE parece estar a punto de un giro a la derecha que puede alcanzar al propio Parlamento Europeo el próximo año.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS