23 de Noviembre de 2024

“Las visitas, placer dan, sino cuando llegan, cuando se van” / José Luis Alvarado González

columnas heraldo

 

 

La pulcra y eficiente diplomacia vaticana es también muy cuidadosa. Las recientes visitas al Vaticano del presidente cubano Miguel Diaz-Canel y la del mandatario brasileño Luis Inacio “Lula” da Silva, son una muestra clara de ello. En los distintos encuentros en la Santa Sede, nadie se refirió a temas controversiales como la promoción de las libertades y los derechos humanos.

El mandatario cubano fue recibido en “audiencia”; no en un marco “oficial”. El Vaticano informó que se trataba "de una visita de cortesía del presidente", un encuentro sin protocolo, con el objetivo de reforzar la relación personal. Dialogaron sobre la importancia de la relación bilateral; la situación en la isla, la contribución de la Iglesia católica al desarrollo social y sobre “algunos temas internacionales” de mutuo interés, aunque de estos no se dieron detalles.

La Santa Sede concede una importancia toral a sus relaciones con Cuba. Los encuentros han sido varios. Esta es la cuarta vez que se reúnen durante la gestión del Papa Francisco (además, este año se cumplen 25 años de la histórica visita de San Juan Pablo II a La Habana). En 2013 Díaz-Canel (entonces primer vicepresidente) asistió a la entronización del papa Francisco. En septiembre de 2015 el santo padre realizó una visita pastoral a Cuba y en febrero de 2016 el pontífice hizo una breve escala en el aeropuerto de La Habana para encontrarse -en terreno neutral- con el patriarca Cirilo de Moscú, reunión que fue facilitada por el liderazgo cubano.

En el caso de la otra visita, durante su encuentro el santo padre y el mandatario brasileño pasaron revista a la situación sociopolítica en la región y trataron temas como la promoción de la paz y la reconciliación, la lucha contra la pobreza y la desigualdad, el respeto a los pueblos indígenas y la protección del medio ambiente.

Tampoco se ofrecieron los pormenores del encuentro (se mantuvieron reservados) aunque diversas fuentes suponen que el presidente Lula da Silva apostó a dos temas en particular. Por un lado, es factible que haya ofrecido apuntalar el esfuerzo del papa Francisco por conseguir la paz en Ucrania. Sin embargo, el Vaticano podría ser reticente a aceptar esta oferta toda vez que el enfoque actual de la diplomacia petrina hacia Ucrania es la limitada diplomacia de los pequeños pasos que el cardenal Matteo Zuppi ha venido realizando en Kiev, especialmente en el ámbito humanitario.

Por el otro, al mandatario brasileño le resulta urgente granjearse el apoyo de la comunidad católica en el país, especialmente de cara al crecimiento de fuerzas evangélicas conservadoras tanto en la sociedad como en el propio congreso; que ven en Lula a un enemigo de las familias y defensor del aborto. Por eso se estima que el mandatario brasileño hizo una encarecida invitación para que el papa Francisco viaje nuevamente a Brasil, aunque es difícil que el pontífice vuelva a un país ya visitado. Lo que es un hecho es que Francisco y el mandatario brasileño gozan de una gran amistad, siendo Lula da Silva quizá el político sudamericano en quien más confía el santo padre.

El meticuloso cuidado a los detalles también se evidencia en los obsequios mutuos. La selección se analiza cuidadosamente; quizá porque estos llevan un mensaje implícito. El Obispo de Roma obsequió al presidente Díaz-Canel una obra de arte de bronce que representa una paloma portando una rama de olivo, con la inscripción “Sean mensajeros de la paz”. Por su parte, Díaz-Canel regaló al Papa una escultura de plata, bronce y madera, titulada “El lector”.

En el intercambio de obsequios, el Santo Padre entregó al Presidente Lula el Mensaje por la Paz de este año; el Documento sobre la Fraternidad Humana; el libro sobre la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, y el bajorrelieve en bronce "La paz es una flor frágil". Por su parte, el mandatario brasileño obsequió al Obispo de Roma el grabado del artista pernambucano J.F. Borges.

Este tipo de consideraciones, que podrían parecer muy simplistas, reflejan la relevancia política que la Santa Sede otorga a sus relaciones entre Estados. No obstante, algunos analistas y expertos vaticanistas han señalado que las visitas (particularmente la cubana) no estuvieron exentas de críticas y pueden resultar contraproducentes para la imagen positiva que la Santa Sede ha construido como mediadora en conflictos internacionales.

En el caso de Cuba, en la emblemática Vía della Conciliazione; entrada principal a territorio vaticano, se congregó un pequeño grupo opositor cubano, ondeando banderas y pronunciando arengas contra la represión política. Asimismo, el mandatario cubano, que se había referido a la solidaridad con los que menos tienen, fue captado comiendo en el restaurante de mariscos más exclusivo de Roma. El encuentro con Díaz-Canel podría dañar la imagen del papa Francisco, ya que dejaría en evidencia el silencio pontificio en relación con la falta de libertades en la isla. A esto habría que agregar la preocupación de que Cuba pueda ser “mediador” en el conflicto entre Rusia y Ucrania.

Una colaboración con Brasil podría desdibujar los esfuerzos vaticanos para encontrar una solución al conflicto ruso-ucraniano; sobre todo, por la cercanía entre Lula y Putin. Brasil y la Santa Sede mantienen relaciones diplomáticas -casi bicentenarias- desde 1829.

La Santa Sede y Cuba establecieron relaciones diplomáticas en 1935.

POR JOSÉ LUIS ALVARADO GONZÁLEZ