“Sea un poco demócrata, déjeme hablar. El sanchismo es no dejar hablar y ser tan arrogante” Alberto Núñez Feijóo
El domingo 23 de julio se llevaron a cabo las elecciones anticipadas en España, las cuales estuvieron envueltas en una muy dura campaña, empapada de declaraciones y señalamientos entre los líderes de la izquierda y la derecha. Unas elecciones que, como ha pasado recientemente en todo el mundo, las encuestas fallaron. A diferencia de lo que pasa en América Latina, el sistema de gobierno español es parlamentario, por lo que en los comicios electorales no se elige al presidente, sino al Congreso, quienes una vez electos, eligen a quien será el jefe de gobierno.
Estas elecciones fueron, de facto, plebiscitarias, es decir, ruptura o continuidad de Pedro Sánchez, quien llegó a las votaciones presentando buenos números en materia de empleo (la tasa más alta de ocupación desde 2008), en economía también subió el porcentaje y su gestión en salud fue aprobatoria, sin embargo, el líder del Partido Popular (PP, partido de derecha), Alberto Núñez Feijóo, plantó una campaña de desprestigio en contra del actual presidente y líder del Partido Socialista Obrero Español (de izquierda), mostrándolo como comunista y amigo de los rojos, como un autócrata que “quiere estatizar todo lo privado”. La realidad es que el PSOE y, sobre todo, Sánchez se han decantado más al centro del cartesiano político.
Ahora bien, he sostenido en este espacio que las derechas e izquierdas políticas han venido diluyéndose en el mundo político actual, sin embargo, estas elecciones españolas dieron visos de que esta división en el cartesiano sigue vigente para los partidos y para las y los electores (incluyendo a los más jóvenes). Asimismo, otra cuestión a resaltar fue que el bipartidismo español ya no lleva sobre sus hombros la totalidad de la vida democrática, pues como sucedió desde el 2011 con el surgimiento de Podemos y Ciudadanos, partidos más radicales de izquierda y derecha, respectivamente, los votos en las urnas se encuentran más divididos. En esta ocasión, los sufragios se dividieron de esta forma: el PP obtuvo 136 escaños, PSOE 122, Vox 33, Sumar 31, el Bloque Nacionalista Gallego (1) y los nacionalistas del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y los independentistas de izquierda de Bildu (11 escaños), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) 7, y el conservador Junts per Catalunya 7.
Estos resultados distan bastante de los sondeos previos y estrechan mucho más el panorama español, pues comienzan las negociaciones entre partidos para llegar al número mágico de 176 escaños (la mitad más uno) de los 350 totales que se necesitan para elegir al nuevo líder del gobierno español. Para Sánchez es otra prueba más a sus habilidades de concertador, pues a quienes tiene que convencer es a la fracción de independentistas catalanes, un hueso duro de roer, pues esto significaría que España se vuelva un estado plurinacional con todas las prerrogativas que conlleva, algo no tan bien visto, sobre todo para la capital.
Así, este proceso español nos deja varias lecciones. La división entre izquierda y derecha sigue presente en oferentes y demandantes, aunque las y los votantes ubican esta distinción su elección es para los partidos más cercanos al centro, pues es notorio que los partidos de los extremos pierden cada vez más muerza (esto es un alivio); las casas encuestadoras vuelven a equivocarse y las personas encuestadas cada vez menos revelan su deseo; el gobierno español sigue en un laberinto y Pedro Sanchez parece ser el único en tener el mapa de salida.