Agencias
EFE
La pasión de Inglaterra compensó sus carencias futbolísticas y llevó a la selección a imponerse con claridad por dos goles a cero a una Alemania que nunca demostró el brío ni la fe necesarios para contestar la energía de los anfitriones.
Los Inglaterra-Alemania dejan huellas indelebles en el subconsciente de los países. Para la Inglaterra del Brexit, el partido contra los alemanes era poco menos que una cuestión de Estado. En Wembley, además.
La última vez que ambos equipos se habían enfrentado en una Eurocopa fue hace 25 años. El hoy seleccionador inglés, Gareth Southgate, falló entonces el lanzamiento decisivo en la tanda de penaltis.
Southgate e Inglaterra se tomaron cumplida revancha. Nunca pudieron los alemanes, con un juego más pulido y técnico, sobreponerse a las más de 40.000 gargantas que convirtieron el duelo en un evento de alto voltaje, prácticamente prepandémico.
Y eso que los primeros diez minutos mostraron a una Alemania enchufada, con ganas de vivir en campo contrario y Kroos y Goretzka rebanando cada intento de Inglaterra de salir con el balón jugado.
El talentoso Havertz se escondía a espaldas de los medio centros ingleses y cada vez que agarraba la pelota de frente provocaba escalofríos en la grada de Wembley.
Así, gracias a la presión en el centro del campo, llegó la primera oportunidad en las botas de Goretzka, que por momentos parecía estar por todo el campo.
Pese a todo, ambos equipos atacaban con balas de fogueo. Preparados para una batalla larga, a la vista del número de prórrogas que se han disputado en estos octavos de final y quizá recordando el último enfrentamiento en Eurocopa de ambos, allá por 1996, con victoria de los alemanes en los penaltis, Inglaterra y Alemania reservaban fuerzas.
Por ahí, el atlético Trippier se mostraba superior al alemán Gosens, hasta ahora una de las revelaciones del torneo.
Con más empuje que juego, y arrastrados por su incansable afición, Inglaterra tomó el mando y amenazó sobre todo en centros desde los costados, que nunca conectaron con un Kane desafortunado como durante todo el campeonato.
Empatados a cero al descanso, el regreso de vestuarios comenzó de forma similar a la primera parte, con una Alemania dominadora de la posición, pero con problemas para hacer daño a los entonados centrales de los «Three Lions».
En medio de la nadería, Inglaterra demostró en el minuto 75 por qué se la ha metido desde el principio entre las favoritas. Un balón bien pivotado por Kane al borde del área cayó en los pies del recién entrado Grealish, que parecía llamado a aportar la magia que le faltaba al partido.
El media punta del Aston Villa abrió muy bien a la entrada por banda de Shaw, y el pase de la muerte lo convirtió en gol, quién si no, Sterling, el único inglés que había visto puerta en toda la Eurocopa (tres goles con éste).
Quiso entonces reaccionar Alemania, castigada por su pasividad en el partido, y en seguida dispuso de una buena falta al borde del área por una entrada sobre Kimmich.
Pero su gran oportunidad llegó poco después. Un fantástico pase de Havertz para la carrera de Müller parecía el inevitable empate. El delantero del Bayern de Múnich, que si algo ha hecho en su carrera es meter goles, envió fuera su disparo, solo contra el portero.
Indultada Inglaterra, de nuevo apareció Grealish para habilitar desde dentro del área, en una jugada similar a la del primer gol, a un Kane que por fin se estrenaba en la Eurocopa. Los «Three Lions» sentenciaban así su pase a los cuartos de final, donde espera el ganador del Dinamarca-República Checa.