No es novedad que Israel recurra a la estrategia de la “decapitación” de sus enemigos, y tampoco lo es que recurra al asesinato.
Lo hizo hace poco con el dirigente político de Hamas, Ismail Haniyeh, quien se encontraba en Teherán, aunque es el caso de Yahya Sinwar ha despertado mayor atención no solo por ser EL máximo dirigente de Hamas, sino porque fue ejecutado después de un enfrentamiento, estando al parecer ya fuera de combate, según lo muestra el video difundido por las propias fuerzas israelíes.
Esto sería violatorio de las leyes y convenciones internacionales que rigen la conducta en situaciones de guerra, lo cual tampoco es novedad en este conflicto.
Lo que sí está a debate es la eficacia o no de eliminar a los dirigentes de organizaciones tan complejas como lo son Hamas y Hezbollah, que combinan elementos militares/terroristas con brazos políticos, sociales y religiosos.
Incluso cuando hablamos de grupos más básicos, como los cárteles del narcotráfico, está ampliamente documentado que la captura o muerte de sus líderes solo genera mayor dispersión y un aumento de la violencia.
Es por ello que no pude evitar mi asombro al leer a algunos personajes en México expresando admiración y hasta envidia por lo hecho por el ejército de Israel.
Hay que ser muy ignorante -o de mala fe- para querer equiparar el conflicto en Medio Oriente con el del combate al crimen organizado en México.
Hay que ser muy desmemoriado -o de mala fe- para olvidar el fracaso rotundo que ha sido la estrategia de eliminar a las cabezas de los cárteles, que solo ha generado más violencia y atomización de los grupos criminales.
Y hay que ser verdaderamente obtuso -o de mala fe- para decir que le da envidia que Israel haya matado a los líderes de Hezbollah y Hamas, porque implica una doble ignorancia y desmemoria: tratar de equiparar conflictos radicalmente diferentes y creer que la muerte de las cabezas acaba con el grupo o con sus motivaciones.
Pero más allá de los grillos baratos, no deja de sorprenderme cómo un país que tiene el ejército más sofisticado del mundo, que tiene una influencia enorme en Occidente, con una sociedad educada y en muchos aspectos de vanguardia, ha caído en el autoengaño de creer que todo lo que no ha funcionado en siete décadas ahora lo hará.
Israel merece y necesita seguridad, eso está fuera de toda discusión, pero todo que está haciendo ahora garantiza la perpetuidad del conflicto.
Y eso no le garantiza ni seguridad ni legitimidad.