Margarito Escudero Luis
El tema del suicidio estuvo en los medios hace unos días, se está volviendo un problema de salud social y las autoridades sanitarias ya comienzan a poner atención en este flagelo.
Se ha dicho que uno de los principales factores que llevan al suicidio, es la depresión.
En nuestro país, el suicidio es un problema que se ha acrecentado y se pronostica que irá a la alza en el futuro.
No es una buena noticia, pero es algo que no se puede ocultar, sino que debe ventilarse para evitar que más personas acudan a terminar con sus vidas para resolver su problema de una vez por todas.
Se ha comentado que una de los factores que llevan al individuo a un estado de depresión y al suicidio, es la falta de recursos económicos para solventar las necesidades más apremiantes de su vida.
La falta de empleo, las deudas contraídas y la falta de una educación que permita mejores expectativas, son algunas de las causas que pueden llevar a tomar decisiones desesperadas.
Pero lo grave de la situación, es que no se están considerando casos aislados, como suele ocurrir con los políticos, sino que la frecuencia de los casos ha obligado a las autoridades a tomar cartas en el asunto, que amenaza con agravarse.
AGRAVANDO EL PROBLEMA
Si no hay satisfactores reales en la vida de cada quien, si las necesidades primarias no están resueltas y mucho menos atendidos los otros requerimientos sociales, como educación y diversión; entonces las posibilidades de caer den depresión aumentan.
Y, si a eso se suma un ambiente de inseguridad social, que permite ver al ciudadano una forma fácil de resolver su situación, pues se van generando más conflictos que, en lugar de sacar adelante la situación, la agravará tarde o temprano.
En estos momentos, la sociedad está polarizada en tres sectores importantes: primero, el ciudadano que cuenta con un empleo que le permite satisfacer sus necesidades y las de su familia y que ahora, debe cuidar que no se los quiten a la fuerza.
Segundo el sector socialmente desprotegido que buscará la forma de solucionar sus conflictos, aun recurriendo a la delincuencia y en el tercer sitio, una autoridad rebasada ante la problemática de falta de dinero, de empleos, de educación e imposibilitada para resolverla en el corto plazo.
Todos esos elementos nos pueden dar señales de que estamos viviendo en una sociedad deprimida.
Caer por desesperación en la delincuencia, es una forma de suicidio.
No atender la problemática social, con programas inteligentes, que abarquen la totalidad de la población, es un suicidio político; pero aún, fomentar la pobreza desde las más altas esferas sociales, conllevará, sin duda a una situación caótica en la sociedad, que buscará desfogarse.
MESIANISMO OFICIAL
La estrategia actual del gobierno federal ya se gastó, no está cubriendo las expectativas sociales, la atención mesiánica o asistencialista no es suficiente, pues además de no alcanzan a paliar totalmente la necesidad de los atendidos, estos se están multiplicando, superando las posibilidades gubernamentales.
La desesperación ciega, paraliza, estupidiza, anula la imaginación, deprime y un deprimido requiere que sean otros los que resuelvan sus problemas.
No hay espacio para la preparación, el aprendizaje y la capacitación, a pesar de los llamados oficiales a ello.
La gente anda más apurada en “perseguir la chuleta” que en capacitarse, en aprender más.
En México, un país de soñadores y vivales, se busca el dinero fácil, soñamos con la lotería, con resolver problemas sin el menor esfuerzo, por eso se cae en manos de personajes vendedores de sueños.
Así, fácilmente se es víctima de vendedores de productos milagro, bajar de peso sin esfuerzo alguno, ganar dinero sin trabajar.
Y estos expertos son a su vez deprimidos, no existen por vocación, sino para satisfacer una demanda del mercado, ya que no es necesario ser un investigador, un científico y la formación académica nada les importa.
Y hay muchos