Margarito Escudero Luis
A pesar de todo lo que pueda suceder en nuestro entorno, la vida continúa, el quehacer no se detiene. De todas formas las calles se llenan, la actividad diaria es el motor de toda ciudad, y la gente sale, consume, compra, lleva, trae, visita, trabaja. Es la condición natural para vivir en una ciudad.
Prácticamente funciona por sí sola, sólo requiere del diario esfuerzo de sus habitantes que, entendiendo el código de convivencia, respetar las reglas evitando causar daño a los demás.
Esa es la libertad a la que cada ciudadano de este país tiene derecho, con la garantía de que las autoridades se comprometen a vigilar la tranquilidad y la paz de cada lugar.
Pero, cuando esa paz se ve alterada, se altera todo el ritmo de vida, por mucho quela ciudad no se detenga, cada individuo pensará dos veces en salir, en realizar todas sus actividades.
Últimamente han aparecido comentarios e imágenes en redes sociales, añorando el pasado de la ciudad, de cada ciudad que se ha visto alterada ante acontecimientos tristes o violentos; fotografías que evocan un lugar tranquilo, donde los niños podían salir a la calle sin temor a que algo malo les sucediera.
Y el contraste, es que en estos días, ningún niño puede andar solo en las calles de la ciudad, todos los días en las puertas de las escuelas, los padres se amontonan para esperar la salida de sus hijos, ya no hay confianza ciudadana para dejar a los menores que aprendan el camino a casa por sí solos.
SIN MOTIVACIÓN
A veces, uno se siente sin ganas de seguir adelante, desmotivado o desilusionado por la situación que pesa a todos; sin embargo, hay quienes no pierden el optimismo y llaman a la gente a no dejarse vencer por los acontecimientos, ya que cuando las cosas no van bien, hay sentimientos de frustración, sin motivación.
Es experiencia mundial, que la humanidad responde en los momentos más difíciles, al borde del abismo aparecen las soluciones, pero no así de la nada, sino que sería el resultado de un proceso, de una larga lista de intentos, probabilidades y desesperaciones, que hacen la receta final para las soluciones aparezcan.
Por eso no se debe bajar la guardia o dejar que otros trabajen para encontrar el final del conflicto, ya que el gran problema está afectando a todos, no porque no nos haya tocado, no estamos expuestos.
No es necesario sufrir todo lo que padecen quienes han caído en la desgracia. Para ellos la solidaridad y el apoyo, pero si puede evitarse tomando precauciones, sin dejar de buscar la solución final.
La sociedad responderá, porque esta experiencia que vive, ayudará a madurar, es parte de la historia personal de cada quién, no podremos vivir sin hacer nada, al contrario, luchar cuanto sea posible para dejar buena herencia.
Pero además de eso, tendremos que revisar todos los errores que se han cometido, las omisiones y las ventajas que les hemos dado a quienes hoy flagelan nuestra tranquilidad, lo que dejamos de hacer por conservar la paz social y las causas por las que caímos en la apatía, dejando toda la responsabilidad a otros.
Los errores enseñan y si la lección no llega a fondo, entonces se cometerán los mismos errores, hasta aprender. Es la ley de la vida.
Estamos en el umbral de una nueva etapa de nuestra vida, la anterior agoniza, podemos verlo en todo lo que estamos atestiguando, violencia desatada, falta de respeto por los demás, desprecio por la vida de los demás, lo que lleva al desprecio de la vida propia, corrupción, indiferencia, en fin todo eso que vemos y de lo cual todos formamos parte.
Un error que no podemos cometer es concentrarnos en la desilusión, la decepción, la traición, desgracia, eso es un momento, debemos ver hacia lo que viene y lo que queremos que venga y, sobre todo, trabajar para que ocurra.
La solución está en nosotros mismos, como ya pudimos ver, nadie vendrá en nuestra salvación.
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