Margarito Escudero Luis
Diciembre, el mes de los buenos deseos, cuando se supone que la humanidad se llena de amor y se pide paz a los hombres de buena voluntad.
Sólo a los de buena voluntad, porque los otros, que en estos momentos hacen la mayoría, están enfrascados en echarle a perder la vida a los demás.
Diciembre, el fin de un año más que arrancó con pocas expectativas de crecimiento, con mucha angustia de aquellos que temen perder sus empleos, porque las mercancías de primera necesidad alcanzarían precios inalcanzables.
Diciembre, el mes de la navidad, de la celebración más grande del mundo occidental y particularmente de México, se ve ensombrecido por una sociedad enojada y sin deseos de perdonar a quienes la ha ofendido.
Llegamos al último mes de un año azaroso, llenos de problemas para todos, de escándalos políticos, de abusos de autoridad y de poder, de muertos descubiertos en fosas clandestinas y de los que no se conoce su identidad.
Año de dolor para las madres que no supieron dónde están sus hijos, dónde quedaron sus cuerpos; dolor de hijos que nada saben de sus padres que salieron para buscarles una mejor condición de vida.
Año que está culminando con el despertar de un pueblo que ya no está dispuesto a dejarse engañar, ni pisotear por los intereses de unos cuantos, que comienza a darse cuenta que había olvidado el concepto de Patria.
Estamos finalizando un año que está marcando el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre los mexicanos, entre el gobierno y los ciudadanos, termina la etapa en la que nos estrellamos de frente contra el cinismo oficial, hartos de la corrupción y el abuso.
Especialmente en Coatzacoalcos, finalizamos el año con una escasez de agua anunciada, con un esfuerzo municipal por evitar el desabasto, con una especie de abandono por parte de las autoridades superiores, a las que tal vez, no se les quiere molestar, por no quedar como un lugar donde las cosas no se están haciendo bien.
DE LADO EL LUTO
Es nuestra realidad, problemas que serán minimizados y opacados por el esplendor de las luces navideñas, de la propaganda brutal de fin de año, tiempo en que la carestía pasará a segundo plano y el gasto desenfrenado inundará las calles, las plazas y los almacenes, para beneplácito de los comerciantes y los grandes empresarios.
La inercia de tantos años sometidos al bombardeo publicitario dará sus resultados este fin de año, cuando el luto invade a la sociedad.
Aquella indignación que llenó las calles del país, cambiará por la parodia navideña, por el cuento de la paz y la armonía.
Un descanso para las autoridades, un remanso para el gobierno, un oasis para las ventas.
Pero la historia aún no está escrita, la fuerza del enojo puede ser superior al descanso, a la fiesta y puede en algún momento reventar por tanto tiempo contenida.
Basta recordar en este diciembre, al final del año, la terrible muerte de Gregorio Jiménez, compañero periodistas, cuyas causas de su asesinato aún no están claras.
Además de eso, toda la tragedia que vive el país, ha hecho que el espíritu navideño se vea mermado.
Por eso, los genios del marketing tendrán que esforzar sus neuronas para lograr que la gente ofendida, humillada, maltratada y olvidada, se vuelque en las tiendas y dejen el salario, aguinaldo y alguna otra prestación.
De eso se trata, así se mueve la economía. Qué simple ¿no?