Margarito Escudero Luis
Ignacio Ramonet, autor del libro titulado “La tiranía de la comunicación”, habla a través de diez capítulos, de cómo en nuestro mundo actual, aparentemente gobernado por la democracia y la libertad de prensa, existe de una forma mucho más sutil que en épocas anteriores, pero no por ello menos potente, un enorme control de los medios de comunicación sobre nosotros.
Es un nuevo tipo de censura, de dictadura, de alienación del individuo, más invisible y a la vez muchos más peligrosa, que se apoya en un mundo donde el término “globalización” es ya el pan nuestro de cada día.
Ser periodista equivale a tomar una seria decisión sobre cómo se actuará al emitir información hacia la gente; es decir, tener muy claro el compromiso sobre lo que se dirá, porque puede darse el caso que lo publicado provoque malestar o júbilo, dependiendo de quienes se vean involucrados en la noticia.
Y ese compromiso, que debiera ser estrictamente con la veracidad de los hechos que se narran, puede tener variantes que lleven al periodista a contar verdades a media o descaradas mentiras dependiendo de los intereses que se quieran proteger.
El periodismo, como todas las actividades humanas, ha sufrido cambios muy importantes a lo largo de su propia historia. Los diarios eran dirigidos y operados por periodistas, preocupados por la calidad de la información.
Respecto a la actualidad, las herramientas con que se contaban hace décadas, eran escasas, pero muy útiles y se les usaba con eficacia.
La tecnología avanzó, las herramientas se multiplicaron y modernizaron, pero el periodismo pasó a convertirse en un oficio de muchos privilegios o de muchos riesgos.
La introducción de los multimedia ha supuesto para Ramonet, una auténtica revolución en los campos informativo, comunicacional y económico. El autor habla de la formación de un mercado donde las empresas de informática y comunicación se están fusionando, siendo Internet el más claro exponente de esta nueva red de comunicación mundial.
Pero esto conlleva una seria amenaza para los ciudadanos, debido a que existe la posibilidad de ser manipulados mentalmente por los media (término que Ramonet emplea para hablar de los “medios de comunicación de masas”) de forma mucho más sutil y, por lo tanto, en definitiva mucho más peligrosa.
REDES SOCIALES
En nuestro entorno, se puede verter información a través de Internet, de las redes sociales, siendo las más socorridas Facebook, Twitter y todas las variantes de Google, donde cualquier ciudadano que tenga acceso a una PC, puede acceder.
Por eso, el oficio periodístico se hace más delicado, puesto que el manejo informativo profesional puede verse rebasado por la participación ciudadana a través de la red.
Y entonces se convierte en una especie de juego del teléfono descompuesto, creando más confusión o provocándola deliberadamente desde sectores poderosos que cuenten con los medios suficientes para poder desvirtuar la verdad.
Desafortunadamente, los medios provincianos de comunicación, dejaron de estar en manos de periodistas para pasar a poder de empresarios y políticos.
Los primeros van más por las utilidades y los otros buscan una forma de manipular la información, crear imágenes a su conveniencia.
Ramonet menciona en su libro cómo las empresas de entretenimiento tratan ahora la información como una mercancía, lo que daña su función democrática, que debería ser precisamente la fundamental.
Pone como ejemplos de este nuevo marco informativo los casos de la muerte de Lady Di y el escándalo de Bill Clinton y Mónica Lewinsky. Las consecuencias son que la prensa escrita se ha ido convirtiendo progresivamente en “periodismo de revelación” (cuya función es desvelar escándalos, corrupciones y puntos oscuros en la vida profesional o privada de ciertos personajes), senda seguida por un medio como la televisión, pero salvando las diferencias que estos dos medios tienen inevitablemente.
INTERESES AJENOS
Ante esa situación, los reporteros y reporteras, empleados por los medios en manos de los personajes ya mencionados, deberán mandar su trabajo de acuerdo a los intereses del patrón y no del periodismo.
Eso crea una sensación de frustración entre los periodistas, pero ahora gracias a las redes sociales, pueden (y deben) ‘subir’ la noticia tal como la vivió directamente el testigo de calidad que llega a ser el reportero.
Y ahí es donde vine la guerra de información, pues los grandes medios cuentan con espacios en internet grandes y poderosos, condición que no significa que sean leales a la verdad y a los intereses de quienes consumen la noticia.
Quienes están en el sector privilegiado no tienen ningún problema, pero quienes escogieron relatar críticamente lo que sucede en su entorno, corren el grave riesgo de ser atacados por los afectados.
Ahora está de moda “levantar” y asesinar a los periodistas que no comulgan con los otros intereses.