Margarito Escudero Luis
El tiempo pasa y a pesar que nos aleja a cada momento de los hechos que van marcando nuestra vida, aquellos acontecimientos nos quedan marcados para siempre.
Hoy se cumple un año cuando el gremio periodístico se estremeció, se llenó de angustia, desesperación y miedo.
Los periodistas fuimos noticia, Gregorio Jiménez había sido “levantado” por un grupo de hombres armados que irrumpieron en la privacidad de su hogar y se lo llevaron a la fuerza.
Hace un año que el gremio de los reporteros sufrió en carne propia la fuerza de la violencia, la impunidad y la cobardía de aquellos que actúan con toda la ventaja, esos que no conocen el honor y la valentía, ni la dignidad ni el respeto hacia otro ser humano.
Seis días pasaron para que pudiéramos conocer el destino de Goyo, seis días de angustia para sus hijos, su esposa y sus amigos; seis días de silencio.
También fueron seis días que marcaron un cambio en la actitud de los periodistas, época de solidaridad sin precedentes, una semana de reclamo diario y constante, lucha de unidad que traspasó las fronteras nacionales, que llevó a un humilde reportero, mal pagado y menospreciado, a ser el punto de unión de un conglomerado difícil, pero solidario en el momento que se requiere.
La acción provocada por la ausencia de Goyo, marcó el hito para el actuar de los periodistas en las desapariciones y asesinatos de colegas que sucedieron después, en diferentes partes del país.
No hay olvido, no es conveniente olvidar, porque el intento de acallar las voces que denuncian, sigue vigente, porque hay quienes se toman la libertad de matar a aquellos periodistas que se atreven a denunciar sus malas acciones, a demostrar que son corruptos y con el arma en la mano corroboran esas denuncias.
No habrá olvido. A un año de la muerte de Gregorio Jiménez, seguimos alzando la voz, porque en este año de ausencia, las dudas persisten, el actuar de la autoridad correspondiente parece más bien cómplice de los asesinos, pues se dice que están a punto de abandonar la cárcel y no porque sean inocentes, sino por errores en el proceso.
O hay negligencia en las autoridades, o no son competentes o son cómplices. No hay de otra.
El grito de los reporteros en la calle de Coatzacoalcos aún suena fuerte: ¡Ni uno más! Pero nadie lo escuchó, porque siguieron más, siguió Moisés Sánchez en Medellín, y antes quedó Regina, son 11 compañeros muertos en Veracruz por ser periodistas.
Del enérgico ¡Ni uno más! Pasamos a preguntar: ¿Quién sigue? Y eso nos coloca a todos, en la mira de algún cretino que siente que su cuota de poder le da derecho a disponer de la vida de un reportero.
La lentitud en el actuar de la autoridad, permitiendo que los responsables del crimen puedan escapar, da pie a un sinnúmero de conjeturas. El cinismo con que responde quien debería estar a favor de todos los ciudadanos, da pie a miles de especulaciones.
Con su muerte, Goyo Jiménez puso el dedo en la llaga, porque además de ser un oficio mal pagado, ahora se debe afrontar el peligro de ser levantado, secuestrado, torturado y asesinado y con eso, la sociedad y el aparato de justicia nacional, quedamos en entredicho.
Debemos revisar qué tan fuertes son los valores que nos forman, debemos cuestionar nuestros conceptos de dignidad y valentía; porque ahora resulta que los cobardes son los valientes, los que matan, los que lastiman, los que atacan por la espalda, son en la actualidad los hombres bragados, mientras desde el gobierno se desarma a la ciudadanía dizque para evitar la violencia familiar, dejando indefensa a la sociedad y a merced de los hampones que pueden actuar con toda impunidad y seguros de que nadie responderá.
Pero no todo es para siempre. Y aquí está la muestra. A un año de la forzada partida de Gregorio Jiménez, lo recordamos, para hacerle recordar a la sociedad y a las autoridades, que no podemos callar, porque en este gremio vivimos para decir.