Margarito Escudero Luis
Poco a poco los efectos de las reformas comenzarán a sentirse entre la población. Los más afectados serán los empleados de las grandes empresas paraestatales que ahora forman parte de consorcios privados y que, debido al cambios de condiciones laborales, despedirán a miles de trabajadores.
En las zonas petroleras, ya son más de 15 mil obreros echados a la calle gracias a los cambios promovidos desde el gobierno de enrique Peña Nieto y que, en aras de fortalecer a las empresas capitalistas, nos se han tocado el corazón para dejar sin sustento a estos trabajadores.
Si por lo menos hubiera más oportunidades de trabajo, una economía boyante y fuerte, entonces el golpe a la clase trabajadora no sería tan fuerte, pero no es así, pues alrededor de la población, sólo puede apreciarse crisis, pobreza y muchas necesidades.
Tal vez los priistas aplican un plan al revés, pues en lugar de apuntalar en primer lugar la economía popular, la hunde más en beneficio de las grandes trasnacionales.
En otros países, los gobiernos prefieren apoyar primeramente a sus ciudadanos y después a sus ciudadanos.
Como está ocurriendo en Bolivia, donde gobierna Evo Morales, quien ha impedido la llegada de las grandes inversiones extranjeras, que es el sueño dorado de los políticos mexicanos.
En la construcción de un complejo petroquímico en Bolivia, no se aceptó la presencia de empresas extranjeras.
EJEMPLO BOLIVIANO
Algunos ingenieros mexicanos, despedidos de Pemex, con gran experiencia en el ramo y desaprovechados en el país, ofrecieron sus servicios al gobierno boliviano, pero fueron rechazados, pues la instrucción gubernamental es que todas las plazas laborales estén ocupadas por ciudadanos de Bolivia.
Este es un claro ejemplo de cómo deberían actuar los gobiernos y no permitir la manipulación de extranjeros. Desafortunadamente en nuestro país las coas son al revés. Aquí primeramente se pondera todo lo que viene “de fuera”.
En todos lados, incluso a nivel local, quedamos apantallados cuando llega alguien de otro estado o ciudad a explicarnos cómo hacer algo que ya sabemos hacer.
Algunos le llaman “la maldición de Malinche” al desmedido afán de seguir cambiando oro por cuentas de vidrio, recibiendo con grandes honores a los rubios extranjeros.
Los despidos seguirán, pues es parte del nuevo esquema impuesto desde la presidencia de la República, mientras los obreros y sus sindicatos, continúan sin reaccionar, cuando lo hagan será demasiado tarde.
ATRACAN TRÁNSITOS
Es lamentable observar como los agentes de Tránsito se dedican a extorsionar a los automovilistas que ostentan placas de otros lugares.
Puede usted buscar un agente en el centro de la ciudad y brillará por su ausencia, porque todos se concentran en las entradas de la ciudad.
Ahí se agazapan para extorsionar, o llanamente, atracar a quienes visitan la ciudad por cualquier motivo.
Flaco favor hacen al gobierno de Coatzacoalcos estos elementos; pues en plena temporada turística, lo único que logran es que el visitante decida no venir más a esta ciudad.
Ahora que el Ayuntamiento tiene más injerencia en Tránsito, debería llamar a cuentas a estos agentes que ahuyentan el turismo.
La limpieza en las corporaciones policiacas y de Tránsito es un sueño imposible, cada año son las mismas quejas y no hay reglamento, ley o autoridad que pueda pararlos, pues se trata de dinero que viaja a través de las redes ocultas de la misma corporación.
Visitantes que llegan por el carnaval, prefieren dejar sus automóviles lejos del centro, la mayoría busca un lugar cercano a la ex caseta y de ahí transportarse en un taxi; de esa manera evitan ser vistos por los ‘mordelones’ y pueden conservar su dinero para su diversión.
Las quejas no vienen solamente de los atracados turistas, sino que los mismos taxistas denuncian estos atropellos, pero no lo hacen ante las autoridades correspondientes, pues corren el riesgo de convertirse en víctimas de esta clase de delincuencia organizada y solapada desde el mismo poder.
Digo, luego andan llamando a la gente para que venga a las fiestas de la ciudad.
¡Con qué cara!