Una clase de rebeldía
Margarito escudero Luis
Casi al final de las campañas políticas, el optimismo de unos se esfumó, se volatilizó y pasaron al enojo desmedido, tanto, que han tenido que recurrir a la mentira y a los insultos más ruines contra sus adversarios.
El asunto de la guerra sucia está contra el puntero y entre los punteros, utilizando a candidatos de otros partidos que se prestan al juego sucio.
Si esto ocurre aún en tiempo de campaña, esperemos que suceda lo peor durante la jornada electoral.
Debemos sumar las amenazas contra los votantes, que alguien considera como voto cautivo a los ciudadanos que tienen la necesidad de participar en los programas sociales, de recibir un beneficio que otorga el gobierno.
Según la ley, esos programas no pueden utilizarse con fines electorales; sin embargo, para los funcionarios encargados de vigilar el buen ejercicio de esos recursos, hacen caso omiso del ordenamiento legal.
Así las cosas, muchos beneficiarios de esos programas, se quejan de ser amenazados con retirarlos de los programas si no votan por determinado partido.
Síntomas de desesperación, el tiempo se acaba y los resultados no son los de antes, los que se acostumbraban antes.
De pronto todos nos topamos con una especie de rebeldía social, no violencia, no respuestas agresivas, nada que muestre las ganas de golpear a quienes los amenazan y se burlan.
Pero la actitud de esa gente marginada los asusta y ven cómo se les va lo que consideran suyo.
El proceso electoral camina por un rumbo que tanto opositores como oficialistas ya recorrieron en 1988, la única salida que se encontró para permanecer en el poder fue el fraude.
Lo mismo ocurrió en las elecciones subsecuentes, incluso cuando gobernó otro partido.
El proceso histórico de esta serie de arrebatos a la voluntad popular, está a un paso de concluir, siempre y cuando los líderes deseen continuar la lucha hasta el final.
Hay muchas contradicciones en el proceso actual, también se muestra dividida la clase que gobierna este rincón del país, muy dividida.
Entonces el cansancio popular, la división oficial, la pobre oferta de los partidos satélites y la creciente aceptación del proyecto de Andrés Manuel López Obrador ha provocado un extraño fenómeno, cuando la gente acepta a cualquier candidato de Morena, aún sin saber su nombre.
El temor a una derrota total llevará a perder la calma, la probabilidad de violencia es real, tanto por aquellos que defenderán lo que creen suyo.
Hierven las conciencias y es probable que aquellos que se han aprovechado de su privilegiada situación, se den cuenta tarde.
La calma perdió su espacio.
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