Margarito Escudero Luis
El sector empresarial de esta sociedad siempre ha estado de acuerdo con que los manifestantes que han tomado las calles, bloqueado accesos a la ciudad y demás acciones para llamar la atención, sean desalojados con la fuerza del gobierno.
Es el sector mejor acomodado, socialmente hablando, pero tiene tras de sí a otro numeroso grupo de ciudadanos que ya se cansaron de las manifestaciones constantes de profesores, campesinos y vecinos molestos.
Sin embargo, la mayoría de la ciudadanía está de acuerdo en que se debe cambiar la forma como se conduce al país, muchos en contra del gobierno, por lo menos de dientes pa’ fuera, pero esperan que ese cambio sea terso, sin modificaciones a su habitual forma de vivir, para no salir de la zona de confort donde se encuentran.
Difícilmente se entiende que para lograr un cambio, se deben hacer esfuerzos extraordinarios y cada cambio debe, por fuerza modificar de alguna manera el estatus de cada quien. ¿Entonces, qué clase de cambio quieren?
Y es que pareciera que la gente responde solo al llamado de la televisión y de las grandes campañas publicitarias. Si no sale en la tele, no existe, si no lo dice el comentarista de moda, no tiene validez.
Así podemos ver que durante todo el tiempo nos quejamos de la carestía, de la falta de empleo, criticamos al gobierno por no resolver esos problemas, lamentamos haber votado por el partido que ostenta el cargo.
Pero luego, cuando llegan las campañas políticas, el INE arranca con su publicidad, a cada rato, todos los días, luego los partidos, el que más propaganda hace, es el que gana la elección.
Así ha sido en los últimos años, lo hemos visto y nos seguimos quejando, pero permitimos que las cosas sigan igual.
GRAN MOVILIZACIÓN
Ahora que el profesorado ha logrado una movilización de grandes proporciones, las opiniones ciudadanas están divididas; cada uno plegándose hacia lo que consideran su razón, algunas fundamentadas, otras no, pues son meras opiniones, sin más propósito que atacar al hombre y no a los argumentos.
Unos defendiendo su pertenencia social a la clase con la cual se identifican o forman parte desde su origen; otros vociferando en favor del gobierno, exigiendo clases como si fueran los nuevos patrones en esta sociedad.
Los líderes sindicales, como siempre, muestran su verdadera filia, amenazan a sus agremiados demostrando así que están del lado del patrón, de quien dicen defender a los trabajadores.
La gente se queja, pero prefiere estar del lado de quien les provoca las quejas, no hay trabajo, no alcanza el dinero, los salarios son muy bajos, la escuela que debería ser gratuita, resulta muy cara, no hay una atención médica de calidad, no hay medicinas en los hospitales, no alcanzan las aulas para estudiantes universitarios, los servicios son malos, la delincuencia se empodera y los casos de corrupción de funcionarios cada vez son más evidentes y descarados.
Todos lo sabemos, pero cuando vemos a un grupo de trabajadores que levanta la voz contra todo lo que nos aqueja, nos ponemos en contra. ¿Entonces?
DEFINIR UNA POSTURA
Cada ciudadano debería definir en qué bando está, a qué grupo pertenece, definir con claridad y conscientemente quiénes son los dueños del estado y los medios de producción y quiénes deben alquilarse por un salario, para que esos medios de producción puedan funcionar y el estado pueda sobrevivir.
Si el ciudadano decide que pertenece al grupo dominante y no le alcanza su salario para que sus hijos tengan una educación de calidad, seguramente está equivocado.
Es que a nadie le gusta decir o aceptar que está en el bando de los dominados, prefieren soñar que son los patrones y que viven el mundo de telenovela que impone la televisión.
Si logramos reconocer quiénes están en la clase dominante, entonces pudiéramos entender que si ese grupo dominante impone su voz y directriz, luego de que el grito de los maestros sea acallado y la movilización aplastada, empezaremos a ver oleadas de profesores despedidos, petroleros sin trabajo, campesinos sin tierra, estudiantes sin escuela, egresados desempleados, mucho más de los que hoy existen.
Por eso resulta necesario definirse en esta arena social: pelear a vida o muerte, reconocer al grupo social al que pertenecemos y actuar en consecuencia.
No permitir que a nadie se le quite su trabajo, para que cuando quieran quitarme el mío, haya alguien que pueda defenderme.
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