Agustín Basave
Hay mentiras que a fuerza de repetición se asumen como verdades. No me refiero únicamente a la estratagema goebbeliana, porque a veces no hay engaño deliberado sino simplemente negligencia o inercia informativa, pero sí aludo a la costumbre de repetir acríticamente una falacia. Van cuatro réplicas en defensa propia:
1) Es falso que el Partido de la Revolución Democrática sea ya la cuarta fuerza política de México.
¿Cuál ha de ser el criterio para determinar el tamaño o la fortaleza de un partido? ¿La votación de elecciones en menos de la mitad de las entidades federativas del país o el número de estados y municipios gobernados y de legisladores con que cuenta un instituto político? Es evidente que lo segundo. Y en ese sentido el perredismo, que cuando fui electo presidente de su Comité Ejecutivo Nacional gobernaba cinco entidades, gobernará ahora siete, si bien en tres de ellas lo hará en coalición con el PAN. ¿Cuántos estados gobierna Morena, cuántos ayuntamientos encabeza? Hablar de votos estatales y hacer proyecciones nacionales es tan precipitado como equívoco. El PRD sigue siendo la primera fuerza de la izquierda y la tercera del país.
2) No es verdad que yo haya renunciado a la Presidencia del partido por los resultados electorales. Nadie pidió mi renuncia; por el contrario, casi todos los líderes perredistas me pidieron que me quedara, lo cual les agradezco. La génesis de mi decisión de renunciar precede las elecciones del 5 de junio y emana de problemas de gobernabilidad interna que tienen que ver con nuestro Estatuto y con nuestra cultura política, como expliqué en la carta que presenté al Consejo Nacional.
3) Sobre la evaluación de mi desempeño como presidente perredista se pueden señalar las incuestionables deficiencias de mi gestión, pero ningún periodista de buena fe puede negar que contribuí a derribar dos satrapías priistas —Veracruz y Quintana Roo—, y con ello a iniciar las transiciones a la democracia en esos dos estados y en uno más —Durango— en los cuales jamás había habido alternancia, y que ayudé a cambiar el mapa político y la correlación de fuerzas de cara al 2018. El principal mérito es de esas tres sociedades y su rebeldía democrática, desde luego; yo me limito a recomendarles a quienes dicen que no hice más que colgarme del panismo que le pregunten a quienes saben cómo se construyeron las alianzas, si habrían sido posibles de no haber puesto mi renuncia sobre la mesa en enero pasado. Es verdad que sin el PAN no se habrían ganado esas gubernaturas —reconozco y celebro el gran trabajo de Ricardo Anaya— y que tanto el candidato veracruzano como el duranguense emanaron de las filas panistas, pero no lo es menos que sin el PRD tampoco se habrían logrado esos triunfos y que fui yo quien tejió la candidatura quintanarroense y mi partido —sin el que obviamente no habría logrado nada— el que la concretó.
4) Es un embuste —aunque ciertamente llamativo— que “me la pasé renunciando”. Presenté dos renuncias: una a guisa de presión y otra con carácter de irrevocable. Puesto que no milito en ninguna corriente y no tenía el apoyo permanente de un bloque mayoritario, mi primera renuncia era mi única ficha de negociación, mi “bala de plata”, y creo que valió la pena usarla así se haya vuelto necesaria más pronto de lo que esperaba.
No, no me vanaglorio ni niego mis fallas, pero no acepto esas cuatro que me endilgan (de las que sí reconozco me ocuparé en otra ocasión). ¿Pude haber hecho más? Seguramente. Pero no jodan: ¿no recuerdan el tamaño de la crisis en la que tomé las riendas del PRD hace ocho meses y los pronósticos que se hacían entonces?
P.D.: Van mis respuestas específicas a mis malquerientes en la prensa. No me sorprende que Pablo Hiriart, el capitán indiscutible de la selección de nado sincronizado, trate de fustigarme con sus consignas oficialistas, trilladas y facilonas, pero sí que un periodista inteligente y serio como Jorge Fernández Menéndez me critique atribuyéndome a mí la declaración de un senador perredista sobre la CNTE y se niegue a publicar mi aclaración. A Rafael Pérez Gay, alias Gilga el soflamero, le ruego que siga consolidando su bufonato periodístico para exorcizar sus fantasmas familiares. De Salvador García Soto sólo rememoro su vaticinio (¿de origen poblano?) de que las alianzas que contribuí a construir fracasarían. Y finalmente, acerca de Rubén Cortés —lo peor que le ha pasado al periodismo mexicano— destaco el dato de que su obsesión por atacarme sistemáticamente supera ya las fobias del régimen al que sirve, y propongo para una antología del columnismo-ficción, el más tendencioso y falaz, el texto que dedicó a mi declaración de que hacía votos para que terminara el bloqueo de Estados Unidos a Cuba (de esas palabras, que sí las tiene Obama, “infirió” que yo estoy a favor de la antidemocracia, de las violaciones a los derechos humanos y de no sé qué tantas barbaridades; vamos, sólo le faltó acusarme de avalar los huracanes y las tormentas tropicales que a menudo azotan a la isla). ¿De plano, Rubén? ¿Ni siquiera una pequeña, pequeñita dosis de rigor? ¡Caray!
@abasave