3 de Octubre de 2024

Revelaciones

Violencia política

Margarito Escudero Luis

Estamos viviendo tiempos violentos en México, violencia de todo tipo, cada día nos enteramos de personas heridas y muertas en actos de barbarie, a balazos, macheteados, desmembrados; personas víctimas de otras personas en un acto de animalidad brutal.

Hasta el momento, no ha habido autoridad capaz de detener semejantes atrocidades, al contrario, pareciera que las promueven con su indiferencia y hasta complicidad.

El miedo, terror y sangre están solamente de un lado, mientras en la clase política, que se sustenta de los impuestos que pagamos todos los mexicanos, no padecen de secuestros, asesinatos, torturas.

Pero, la desgracia del pueblo mexicano no termina ahí, sino que además debe soportar la violencia política, esa guerra que han desatado los bandos políticos en defensa de sus intereses y que ha invadido el terreno público y la privacidad del hogar.

Se ha demostrado que no les interesa en lo absoluto el progreso, la paz y la economía de la comunidad, quedó demostrada una voracidad sin límites, también se demostró la complicidad del resto de individuos que integran otros órganos de gobierno, al hacerse de la vista gorda en algunos casos y en otras, avalar con toda desfachatez, acciones contrarias a la tranquilidad del pueblo que los mantiene.

Esa violencia política auspiciada por el silencio de otras instancias públicas y privadas, afecta a todos y aún así, es solapada.

AFECTA A TODOS

Por ejemplo, el comercio formal que subsiste gracias a la visita de ciudadanos de otras latitudes, se ve afectado porque esas personas simplemente deciden dejar de viajar, de llegar, hospedarse, comer, comprar, desplazarse, en fin; dejan de gastar su dinero causando problemas en la economía de esos comerciantes, grandes y pequeños.

Pero hasta el momento, nadie del poder político ha hecho siquiera el intento por revertir la situación, al contrario, se están esmerando en empeorarla.

Funcionarios de todos los niveles prácticamente han abandonado sus funciones, como lo declara el dirigente transportista Mario Clairgue, quien asegura que se ha dejado al libre albedrío de los concesionarios el rumbo, y el poder de los monopolios del transporte hacen lo que quieren con tal de quedarse con todo el pastel.

No hay revistas de autobuses, no se ataca la piratería, hay números económicos clonados, no se atienden las denuncias, en resumen no hay orden en el transporte público en todas sus modalidades.

Y ese es solo un ejemplo. La violencia política ejercida por grupos antagónicos demuestran sus odios personales, sin importarles el destino de ciudadanos que necesitan de la paz y el orden para poder trabajar, subsistir y pagar sus impuestos.

Lo peor es que esa guerra puede durar varios meses si los protagonistas no deciden detenerla, si las víctimas y espectadores no deciden actuar para ponerlos en su lugar.

Porque las llamadas fuerzas vivas parece que están dormidas o esperando el resultado de la contienda, para ir a entregarse a los pies del vencedor, así ha sucedido siempre en este país.

VIENE LO PEOR

Da la impresión que alguien quiere instaurar un cacicazgo estatal y, en ese afán y ante la posición que actualmente ocupa, no se detendrá ante nada.

En pocos meses estaremos otra vez metidos en la guerra electorera, llegará pronto el momento de seleccionar candidatos, nuevamente veremos ambiciones desatadas, afanes desmedidos por salvar a la Patria, intenciones de sacrificios increíbles y palabras, muchas palabras para embaucar, convencer a la gente.

Sin embargo, esa gente está entendiendo la situación y sus decisiones van contra esas intenciones, así se demostró en la pasada jornada electoral, cuyo resultado dejó pasmados a muchos, asustados a otros, pero no bajaron de su mundo lejano a la realidad y atribuyen ese resultado a una “irracionalidad ciudadana”.

Desde ese punto de vista, quienes fueron candidatos derrotados, no aceptan que la gente sea capaz de pensar y decidir, de defenderse y defender sus intereses, que al final de cuentas es el mismo interés de la mayoría de ciudadanos.

Quienes desde su torre de marfil observan a su modo la realidad, también son culpables de esa violencia política que ya tiene hartos a todos.

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