19 de Noviembre de 2024

Actividades forestales contra el cambio climático

René Castro

 

Es justo afirmar que la mayoría de las personas son conscientes de que la tala de bosques es factor importante en el cambio climático, y por el contrario, que la conservación y el uso sostenible de los bosques contribuirán a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

El Acuerdo de París, adoptado por 195 partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático a finales del año pasado, fue un punto de partida importante para reconocer que los bosques son fundamentales en la lucha contra el cambio climático.

Las reacciones de algunos países han sido alentadoras. Por ejemplo, el Congo, Gabón, Indonesia, Kenya, Malasia, México y Corea del Sur se han comprometido a reducir las emisiones en más de un 25 por ciento. Es revelador, que más del 70 por ciento de todas las promesas voluntarias realizadas hasta la fecha han incluido propuestas para acciones relacionadas con los bosques.

La adopción de estrategias forestales sostenibles es especialmente importante para los países en desarrollo, dado que los mayores volúmenes de emisiones de carbono de los bosques se producen en el hemisferio Sur debido, principalmente, a la tala para dar espacio a la agricultura y para sacar ingresos procedentes de la explotación forestal.

Ejemplo de ello es mi país. Costa Rica aspira a lograr emisiones cero per cápita para el 2021. No hace mucho tiempo, Costa Rica cortaba tantos árboles que en pocos decenios pasó de tener 75 por ciento del territorio cubierto por bosques a sólo el 21 por ciento.

Según las circunstancias, la plantación o la restauración de los bosques naturales, la reducción de la deforestación y los restantes de forma sostenible tienen un buen potencial para reducir el ritmo del cambio climático.

Sin embargo, otra opción interesante, y una de la que se habla menos, es la utilización de la dendroenergía y de los productos madereros para reemplazar diversos productos fósiles.

Un ejemplo es el uso de madera como combustible: alrededor del 75 por ciento de los 2 mil 400 millones de toneladas de dióxido de carbono liberado a la atmósfera cada año es resultado de la cocción de alimentos. Pero las cocinas mejoradas, que queman menos madera y emiten menores volúmenes de gases de efecto invernadero, ahora pueden hacer una contribución notable a la reducción de las emisiones, especialmente en África y en las zonas rurales de América Latina. A un nivel más sofisticado, las tecnologías modernas han abierto el camino a la generación de electricidad y a la producción de etanol a partir de la biomasa leñosa.

Los productos madereros se pueden utilizar como materiales de construcción ecológicos eficaces y respetuosos del ambiente, puesto que mantienen el carbono almacenado en su interior. En la actualidad existen pruebas de que los productos madereros utilizados en la construcción dejan una huella de carbono menor que otras opciones si se tiene en cuenta el ciclo de vida completo del producto.

La metodología precisa para evaluar y realizar los pagos por carbono aún no se ha perfeccionado, pero es probable que esto sea de vital importancia al impulsar la transición hacia una economía de baja emisión de carbono por unidad producida.

Fundamentalmente, el mundo está llegando a un punto de inflexión en las estrategias de desarrollo: ya no es necesario talar los bosques para producir más alimentos. Según otro estudio de la FAO publicado a principios de esta semana, más de 20 países han demostrado de manera convincente que el aumento de la producción agrícola y la seguridad alimentaria y la protección de los bosques no son mutuamente excluyentes. Si más países siguen este ejemplo, mediante la elaboración de sistemas integrados y equilibrados del uso de la tierra, será una de las acciones importantes que podemos realizar en pro de la mitigación del cambio climático y de la sostenibilidad del planeta.