Ricardo Jiménez Santander
Los Obama
Clatoire Rapaille (La Ciudad de las Ideas, 2009) señala que únicamente en Estados Unidos tendría cabida un presidente como Barack Obama. Estados Unidos es un país cuyo código cultural es de la eterna juventud (síndrome de Peter Pan). Los americanos son un país que se niega a envejecer; siguen llenando los conciertos de Axl Rose o Jon Bon Jovi, siguen suspirando por los Mustangs o por las Harley Davidson, o esperando la última película de los maduros Tom Cruise o Ben Affleck.
Por su caminar pausado y a zancadas, como esos antiguos basquetbolistas de los años 80, Barack llamaría la atención aunque no fuera el presidente de la nación más poderosa del mundo. Es evidente que el tiempo en la Casa Blanca le han hecho un lugar en la historia, y no por lo más evidente, el color de su piel.
Son cientos de momentos memorables los que ha tenido: visita a Cuba, sus presentaciones con Jimmy Fallon o Ellen Degeneres, cuando en una entrevista habla sobre su plan de jubilación o su imposibilidad de tener licencia de conducir, los partidos de basquetbol con su staff, las escenas de celos de Michelle, cuando bromea con los corresponsales sobre su principal rival o cantando Amazing Grace en la elegía de la Reverenda Clementa Pinckney y muchos más. Barack se desarrolló más allá de los límites que significarían su origen.
Nunca mejor aplicada la frase: “Al lado de un gran hombre una gran mujer”. La historia de Barack no se entendería sin Michelle. En la pasada Convención Demócrata brilló; pero también se divierte cantando como Beyoncé (TLLS with James Corden, 2016) o con los personajes de Sesame St. (2014) para promover la alimentación saludable.
Socióloga y abogada. Muchos analistas señalan que para ella sería mucho más fácil ganar la Casa Blanca que la misma Hillary Clinton y por supuesto que el intratable de Trump. Si lo decide, sería la primera dinastía afroamericana. Los Adams (John y John Quincy), los Roosevelt (Teddy y Franklin), los Kennedy (John, Robert, Ted y Edward), Los Bush (George, George Jr. y Jeb) y los Clinton (Bill y Hillary) pareciera que recuerdan a las dinastías latinoamericanas que surgieron el Siglo XIX: los Hank, Madero, Alemán, Cárdenas, Creel (México), los Mosqueras, Pastrana, López y Santos (Colombia), los Alessandri (Chile), Batlle en Uruguay, Castro (Cuba), Perón y Kirchner (Argentina), Frei (Chile) y Torrijos (Panamá). El sociólogo Sinesio López señala que es normal que la sociedad vea a la tradición como fuente de legitimidad y se crea que hay experiencia en el manejo de la cosa pública, legitimándola con los apellidos (BBC, 2011).
Lo extraordinario de los Obama, es que no se han dejado deslumbrar por la parafernalia de la familia más poderosa del mundo. Sus hijas tratan de vivir de la forma más común posible. Por un lado, Sasha toma un trabajo de verano en un restaurante de mariscos; y por el otro, Malia, en su año sabático previo a su entrada a Harvard, baila como cualquier adolescente en el Festival de Lollapalooza.
Para los Obama es tan importante tratar bien al príncipe Guillermo, que a los miembros de su servicio de ayuda en Washington D.C.; la vida va más allá de los títulos. La naturalidad y la humidad los hace grande.
Próximamente dejarán la Casa Blanca; y como diría el clásico, los vamos a extrañar.
@merk2meta.