Las trampas nos identifican
Margarito Escudero Luis
La periodista Carmen Aristegui se ha ganado el prestigio y respeto de la mayoría de los mexicanos. Y no es gratuito, le ha costado despidos y ataques del más alto nivel.
Gracias a su postura profesional, Aristegui es, sin duda, el referente más importante en México, periodísticamente hablando, que pisa muchos callos, lastima intereses, por lo tanto, un poderoso sector no la acepta y no desperdician la oportunidad de denostarla o calumniarla.
El más reciente suceso, su despido de MVS, una empresa a la que hizo ganar mucho dinero, fue por causas políticas y no porque no hubiera cumplido con su trabajo y, ese despido se dio debido a las presiones ejercidas desde el más alto nivel político, resultado de la investigación realizada sobre la llamada “casa blanca” de la esposa del presidente.
Un escándalo de corrupción, de impunidad que finalmente logró que se reconociera la indignación que provocó en la sociedad mexicana.
Pero quien es corrupto, lo será siempre y donde sea. Así que el equipo de Aristegui sólo tenía que seguir el hilo para encontrar más.
Dado su prestigio, Carmen Aristegui estuvo anunciando “algo” fuerte en la historia de quien hoy ocupa el más alto cargo público del país, mantuvo en una espera desesperante a sus miles de seguidores, para que llegado el momento, se mostrara el resultado de la investigación que pone al Primer Mandatario como “plagiador” al realizar su tesis profesional.
La nota provocó reacciones diferentes, unos a favor del trabajo periodístico, otros se dijeron decepcionados por el reportaje, unos dijeron que la periodista “les quedó a deber” y otros tantos anunciaron el “derrumbe periodístico” de Carmen.
Sólo unos cuantos, muy pocos, dieron el valor que se merece un trabajo de ese tamaño.
Porque parece que una historia de plagio no es importante, ni aunque venga del Presidente de la República y esa falta de asombro tiene que ver con un tema que hace unos días comentamos en este espacio.
Los mexicanos estamos hundidos hasta el cuello en un mar de corrupción, una tesis profesional es algo prácticamente cotidiano en cierto nivel de la sociedad, plagiar tesis o parte de ellas, es común y nadie se asusta por ello y, como es algo a lo que estamos acostumbrados, pues le resta valor al trabajo de la periodista.
Somos una sociedad de tramposos, la transa es cotidiana, quien no transa, no avanza y si no lo transas, alguien más lo hará.
Vemos con asombro la reacción de quienes esperaban algo más “espectacular” y no la “simpleza” de una copia, de un “fusil” que cualquier estudiante puede hacer, sobre todo si se trata de escuelas privadas, donde el estudiante no debe preocuparse por reprobar, si así sucediera, la culpa será del profesor, quien estará arriesgando su trabajo.
Y en ese océano de trampas donde navegamos todos los días, por fin encontramos algo con qué identificarnos con el presidente.
DESHONESTIDAD
Varios presidentes, primeros ministros y funcionarios de alto rango en otros países, han tenido que renunciar cuando se les descubre la trampa, la misma de copiar tesis; el plagio es un delito, además es un acto deshonesto, lo que significa que quien lo hace (hablando de una tesis profesional), no concluye su formación universitaria, como lo marca la normativa.
Aristegui denuncia con su trabajo a un tramposo, que llegó a ocupar el cargo que hoy ostenta haciendo trampas, asociándose con individuos que urdieron la gran trampa para llegar el poder.
Es alguien que hace favores y se los pagan con grandes residencias, alguien que al final de cuentas ya sabemos cómo es, por lo que no nos causa asombro, porque es como nosotros, mexicano que viene y se desarrolla en la cultura de la corrupción.
LA CLOACA
El reportaje obliga a ir más allá, a cuestionar a los políticos, a exigirles que demuestren que son merecedores de los títulos universitarios que ostentan, las licenciaturas y los doctorados, los de Harvard, Yale y todas las instituciones con las que apantallan a sus seguidores.
Porque si de verdad estudiaron y se formaron profesionalmente en universidades cuyo prestigio descansa en la calidad de sus egresados, pudiéramos preguntarnos por qué nuestro país es un desastre.
Por qué las teorías económicas que se promueven en las especialidades académicas de alto vuelo, no aplican en México o no han encontrado la fórmula de que la administración pública sea compatible con nuestra corrupción.
Le deshonestidad es parte de nuestra forma de ser, y si queremos que el país cambie para mejorar nuestras condiciones sociales, ese es uno de los más serios problemas que debemos resolver y, dadas las evidencias, tenemos un presidente deshonesto.
Pero… ¿A quién le importa?
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