Ninguna mafia los quiere
Margarito Escudero Luis
La violencia desatada, ejercida por personas sin rostro, escondidas en la sombra de la impunidad y la cobardía, mostrando una crueldad y saña inimaginables, sin ningún respeto a la persona humana, ni a la vida de nadie, inhibe el desarrollo del individuo expuesto y a la sociedad en su conjunto.
¿Dónde quedarán todas almas que abandonaron su cuerpo antes de tiempo? La tristeza que se queda para siempre en las familias mutiladas, humilladas y abandonadas, llegó intempestivamente, nadie espera que un familiar muera cuando no debe, y al suceder, el mundo cambia radicalmente, las cosas ya no serán como antes, nada puede remediar el hecho y la resignación es lo último que pueden esperar, cuando las leyes no se aplican por negligencia de quienes deben aplicarlas.
Un joven abogado, deportista, fue ultimado a golpes a unos cuantos metros de su casa, sucedió en Minatitlán, ciudad sumida en la impotencia de sus ciudadanos, quienes hace apenas unos cuantos años podían presumir de la paz y tranquilidad que daba un empleo seguro en Petróleos Mexicanos.
La madrugada del martes fue testigo de un asesinato más, un número más en las estadísticas oficiales, un ciudadano más víctima de la impunidad; un joven al que enlodan haciendo suponer a la gente que “andaba en malos pasos”.
Seis cadáveres más en la zona rural de Minatitlán, seis secuestradores, como lo dicen ciudadanos de Uxpanapa que se armaron de valor y de armas para perseguirlos hasta Las Ánimas, enfrentarlos y finalmente abatirlos; esas son víctimas del hartazgo y la desesperación, hicieron a un lado el miedo y rescataron salvas a las víctimas de secuestro. Luego las fuerzas policiacas quisieron adjudicarse el éxito, pero no lo lograron.
Entonces uno se pregunta ¿para qué tanta patrulla, tanto “elemento” uniformado, embozado y armado en las calles, si la situación no mejora?
DEMASIADA SAÑA
Cada vez es más sangriento el recuento final del día, delincuentes sin piedad alguna, crueldad sin límite, expulsados de todas las mafias del mundo que respetan su código de honor, algo desconocido para los criminales que nos han invadido, con la complacencia de las autoridades.
Ellas dejaron crecer este monstruo, robaron recursos dirigidos a fortalecer la seguridad de cada ciudad, se creyeron eternos en el cargo y hasta el momento no hay poder capaz de llamarlos a cuentas, hasta hoy todo lo dicho en las campañas son solamente promesas.
Y saldrá más caro a la sociedad, que tendrá que defenderse por sí misma, pues está visto que no cuenta con una defensa oficial, a la que están obligados los funcionarios a proporcionarla.
Los muertos duelen en la familia, dejan un vacío eterno, un ingreso deja de entrar, hijos huérfanos, padres desolados.
Pero esos muertos, todos juntos, pesarán eternamente sobre el Estado que no cumplió con su deber, que mintió cuando aseguraba seguridad para los ciudadanos a los que dejó abandonados a su suerte.
Está visto que las promesas no funcionaron, que las marchas y plantones no funcionaron, que los rezos y oraciones no funcionaron, que las cartas, oficios y peticiones no funcionaron, que ninguna autoridad ha funcionado o no ha querido ayudar al pueblo que le demostró su repudio a través de la elección.
UN CASTIGO
Si aún nos preguntamos por qué a nosotros, podemos respondernos que se debe a la irresponsabilidad y corrupción de las autoridades.
Pero también podemos entender que se trata de un castigo por no haber votado por ellos, por no permitirles que continuaran con el saqueo, por no dejar que siguieran retacando sus alforjas con los recursos de todos los ciudadanos.
Pero ya son muchos los muertos, mexicanos, malos o no, delincuentes o no, ciudadanos mexicanos quienes desviaron su camino tal vez, pero que el mismo Estado no quiso o no pudo dar las oportunidades para que tuvieran una vida productiva y legal.
Ahora, toda la responsabilidad es del Estado.
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