2 de Octubre de 2024

DUDA RAZONABLE

Carlos Puig

 

Una explicación de la debacle Peña/Trump

 

El desastre del que fuimos testigos esta semana con la visita de Donald Trump a México no se dio en el vacío. Es, en algún sentido, el resultado de cuatro años de una política frente a Estados Unidos omisa y errática.

Una política de ocurrencias, sin objetivos, sin planeación.

De cuatro años con tres embajadores en Washington y medio año sin embajador. De viajes por el mundo y apenas tocar el país más importante para México. De una política exterior enamorada del protocolo y desdeñosa de la sustancia, el trabajo sordo que se debe hacer todos los días frente a diversos actores estadunidenses.

Ya lo decía Jorge Castañeda ayer: que no puede haber reunión de ese tipo en que no se tenga todo planchado. Para que eso sea así, se necesita una relación con los actores, un largo y callado trabajo previo. Una relación, pues, por tensa que fuera. Hace mucho tiempo que alguien del gobierno mexicano debería haber tenido lazos con esa campaña, de haber sido así, seguramente la recomendación hubiera sido nunca redactar la invitación. No invitas a tu casa a un sicótico.

Si desde hace cuatro años se hubiera tomado en serio esa relación bilateral se sabría que era imposible que Trump actuara diferente a como actuó el miércoles. Buenos modales en Los Pinos, traición en Arizona. Si se hubiera invertido más tiempo y dinero en la relación bilateral, el combate anti-Trump, todo esto que ahora dice el Presidente y sus secretarios en editoriales y entrevistas para intentar controlar el daño se debería haber hecho desde hace muchos meses, en territorio estadunidense, con múltiples voces aliadas o compradas, y no hubiese sido necesario involucrar al presidente Peña en el desagradable espectáculo del miércoles.

Un trabajo serio desde hace cuatro años, cuando todos sabíamos que Hillary querría ser candidata, hubiera hecho que el gobierno mexicano no estuviera ahora poniendo veladoras para que la candidata demócrata acepte darse una vuelta.

Hace cuatro años, el gobierno de Peña decidió ser un gobierno que mirara hacia adentro, el mundo solo como un espacio para viajar y sacarse fotos, el turismo diplomático como política exterior.

Todo se paga. El más duro golpe a su prestigio vino de fuera. De aquel país al que han ignorado.