Pánico en las escuelas
Margarito Escudero Luis
Pues que siempre no resultó ser la ciudad para vivir siempre, la gente que puede se va, abandonando todo o esperando mejores tiempos en la ciudad de las avenidas.
La tragedia no tiene para cuándo terminar, sobre todo cuando las autoridades consideran que no hay tanto peligro como dicen “los medios”, que hay gobernabilidad y que, pues… no pasa nada.
Los muertos han de ser de mentiritas, los cadáveres regados por toda la ciudad son imaginarios de la mayoría de la ciudadanía que se empeña en ver “moros con tranchetes”.
El mal no está solamente en Coatzacoalcos, son muchas ciudades veracruzanas que se imaginan cosas que no existen, como en Orizaba, donde ya la Universidad Veracruzana tuvo que cambiar horarios de entrada y salida de las aulas, con la intención de proteger al estudiantado y al personal de la casa de estudios.
Lo mismo ocurre en esta ciudad, la UV modifica sus horarios de labores con el mismo fin. Y la cosa no para ahí.
Ahora que los delincuentes voltearon su atención hacia los estudiantes, de plano los padres de familia, además de cambiar horarios, también piden que haya militares a la hora de entrada y salida de los alumnos, a ver si eso logra que los delincuentes no se atrevan a acercarse.
El pánico avanza, ya en un colegio ubicado en la colonia Petrolera tuvieron que encerrar a sus estudiantes luego que se diera una persecución con disparos de arma de fuego en ese privilegiado sector. En las preparatorias la vigilancia es de los padres, en un desesperado esfuerzo por evitar que secuestren a sus muchachos.
Quienes se dedican a delinquir, perdieron todo límite, todo respeto, no hay códigos ni vergüenzas, ni siquiera lástima para quienes deberían ser el prójimo, la ambición desmedida usando el terror como arma efectiva y la complicidad oficial a través de la negligencia y el ocultamiento de los hechos.
Trágica entonces la situación de una ciudad que se llamó a sí misma “para vivir siempre” y que hace apenas unos años se podía respirar la tranquilidad, era una especie de paraíso para inversionistas.
LA CIUDAD DAÑADA
Luego del boom petrolero, Coatzacoalcos creció de una forma espectacular, no solo eso, sino que se embellecieron algunos sectores, cuenta con un impresionante malecón y plazas comerciales que para algunos políticos, fueron la solución a los problemas de desempleo.
Personas de otras ciudades comenzaron a venir a la ciudad para pasear o realizar compras, hubo crecimiento, empleo, diversión, circulante.
De pronto la ciudad se volvió un caos. Ambiciones desatadas, crueldad sin límites, ya nadie se siente seguro y quien puede hacerlo, se va, huyendo de la inseguridad.
Algunos de ellos ya sufrió en carne propia el latigazo del secuestro y la extorsión, otros muchos prefieren estar bien y cumplen caprichos de otros para que los dejen trabajar.
Aún así, a pesar de la angustia y las lágrimas de los ciudadanos, las autoridades insisten en que “no pasa nada”.
Como si fuera un estado de sitio, con una sociedad asustada y desarmada, con el pánico contra los niños y jóvenes, con helicópteros volando a baja altura y muchas patrullas circulando, sin que la situación cambie.
CONDOLENCIA
Desde aquí vaya un abrazo sincero para el ingeniero Jesús Martínez Moscoso. Hace unos días falleció su esposa, LTS Teresa B. Herrera Barrera.
Para sus hijas y sus nietos nuestra solidaridad en nombre del recuerdo de estudiantes.
Tere Herrera estudió la licenciatura en Trabajo Social en la Universidad Veracruzana, campus Minatitlán, fue integrante de esa primera generación y tuve el gusto y honor de compartir el aula con ella.
Por eso elevo un recuerdo a Tere que tuvo que partir luego de haber cumplido su misión en esta vida.
A Chucho, su esposo, a sus hijas, sus nietos y hermanos, mi deseo que la resignación por su pérdida llegue pronto y la recuerden con el cariño que siempre le tuvieron.