19 de Noviembre de 2024

Adolfo Laborde

Shanghai, China

Hay muchos mitos de los países que han logrado el desarrollo económico en tan poco tiempo. Demasiados diría yo. Tantos que al parecer todo se limita al milagro económico o al destino divino de una sociedad. La cuestión es más compleja de lo que se piensa. Aunque había tenido la oportunidad de vivir en Japón por cinco años y viajar por casi toda Asia, no había venido a China. En aquel momento, al igual que hoy, supongo, había un gran recelo de los japoneses de su vecino incómodo al que no solo veían con desconfianza, sino con un poco de temor. Sus miedos se hicieron realidad. China es la segunda potencia económica desplazándoles a ellos a la tercera posición a nivel mundial. Hoy más que nunca, los principios de uno de los arquitectos de la política internacional de Japón de la posguerra, Shigeru Yoshida, son una realidad: separar la política de la economía.

Llevo dos días en la Ciudad de Shanghai, China y no pude resistir la tentación de escribir estas primeras líneas de las que seguro seguirán muchas. Venía sin ninguna perspectiva; sin expectativas. De esta forma, todo suma y no hay decepciones. Leí mucho de la historia de este país y traté de acercarme a ellos, digo traté, porque los chinos que conocí en Japón eran reservados. Solo convivían con ellos mismos. Una especie de endogamia étnica. En ese entonces, pensé que era por el idioma. Quizá sí, sin embargo, posiblemente nosotros (extranjeros) también lo éramos para ellos. Problemas de multiculturalismo o entendido mal desde nuestra óptica.

Shanghai es una ciudad vibrante. De acuerdo a la revista World Population Review, tendrá para el 2016 más de 24 millones de personas. Todo es grande, qué grande, enorme. Desde los altos techos y espacios amplios en el aeropuerto Pudong de Shanghai, hasta los segundos pisos (gratuitos) de 5 carriles, o las grandes calles pasando por los rascacielos o departamentos aglutinados en ecosistemas poblacionales como el concepto de “Wanda Grroup” (vivir, trabajar y divertirte) son muestra de ello. O bien, las ideas novedosas de emprendimiento como Mobike que es un servicio al estilo Uber de bicicletas que cuesta alrededor 1 yuan por 30 minutos (el tipo de cambio actual es de 1 yuan por 2.78 pesos mexicanos). Este servicio podría complementar la cultura del uso de la misma en México.

Shanghai es una ciudad con muchas contradicciones y problemas como las grandes metrópolis del mundo. Donde uno puede ver estacionado en la calle un auto de súper lujo, pero al lado una bicicleta con remolque que transporta una montaña de cajas de cartón muy al estilo de los recolectores de periódico y papel mexicanos. Una persona cantando en la calle para sobrevivir, pero también a muchos jóvenes con la tecnología de punta a la mano y vistiendo a la moda muy al estilo de cualquier capital del primer mundo. En donde todos gritan, pero no pelean; donde todos quieren evitar la fila para pagar en la tienda o en metro, pero al final esperan impacientes. Donde las calles lucen limpias, pero acosta de ejércitos de trabajadores que las mantienen casi perfectas (política Keynesiana, quizá). Donde los rascacielos son el reflejo del boom económico -financiero de la ciudad y el país, pero que no reflejan la realidad completa de la nación. Todo esto es cierto, sin embargo, el desarrollo económico no ha sido un milagro o se ha dado por generación espontánea. En mi siguiente colaboración hablaremos de ello.