Pero qué necesidad…
Ricardo Jiménez Santander
Cuándo todos los mexicanos nos encontrábamos con la pena, con un Kleenex y casi secos de lágrimas, escuchando los compases de Amor Eterno y el Noa Noa, atentos en dónde quedarían las cenizas del Divo de Juárez. El Divo de Queens, ahí nació Trump, nos recetó un tuit, que hizo que México retemblara en sus centros la tierra (igualito que en el Himno Nacional).
El tuit decía así: “I have acepted the invitation of President EPN…”, o sea traducido al español, palabras más, palabras menos, decía: “agárrense cabrones, que ahí les voy”.
Y literal, nos tuvimos que agarrar.
En cuestión de horas, el gobierno mexicano tuvo que preparar la recepción del candidato republicano.
El día 31 de agosto, el émulo de Lord Voldemort, más que puntual, se apareció en Los Pinos. De acuerdo al video que él mismo subió, llegó en un helicóptero al lugar, sin saludar a nadie, se introdujo en donde lo estaría esperando don Enrique (última vez que nombro a Don Enrique Peña, Don).
De lo que sucedió adentro, nadie supo, y posiblemente nadie sabrá. De lo que sucedía afuera, se puede resumir en: las redes sociales se incendiaron. Los cibernautas coincidían en dos puntos: primero, Trump, utilizaría la visita para tomar aire en una campaña que iba en picada y segundo, la popularidad del presidente mexicano (o ex presidente, como Trump señaló en su último viral) caería más y más, que ni la aclaración post mortem de Alberto Aguilera, de que él moriría pero que Juanga y el PRI: nunca, lo salvaría.
Al salir de la oculta sesión de trabajo, en donde únicamente el equipo muy cercano del Presidente estuvo presente (o sea Videgaray). Se presentaron ambos personajes, por un lado Peña, en un elegante traje que combinaba perfectamente con una corbata a franjas, azul oscuro y verde musgo. Y por el otro, el hasta entonces amigo de Peña, con su mostaza cabellera (al estilo de Paquita La del Barrio), un traje seguramente hecho fuera de Estados Unidos que ocultaba su imponente figura lograda a base de hamburguesas con tocino, y una corbata azul, similares a las empleadas por otro distinguido habitante de Los Pinos (Felipillo de Jesús). Los personajes se colocaron en posición de dar un amistoso discurso, ambos en su idioma natal (no hablan otro); ante lo cual, emitieron un mensaje en donde realmente parecía que nunca había habido ofensa alguna al pueblo mexicano. Creo que esta imagen, de ambos juntos, dándole un trato presidencial al rubio, fue lo que calentó a los mexicanos.
Donald, al más puro estilo de “yo no nací para amar, nadie nació para mi…”, más tardó en llegar a Arizona (lugar donde daría un incendiario discurso para establecer su posición en relación a los inmigrantes) cuando arremetió con otro tuit “Mexico will pay for the Wall!”, o que es lo mismo y parafraseando a nuestro difunto ídolo “inocente pobre amigo, tu sabes que vas a sufrir”.
A partir de ahí, el equipo del presidente comenzó una estrategia de control de daños, encabezado por Videgaray y Enrique Ochoa (si no lo conoce, el presidente del PRI). Aunque parte del gabinete no estuvo de acuerdo en que se llevara dicho encuentro. Incluso se rumora que la canciller Ruiz Massieu, quien se encontraba visitando a los miles de connacionales que viven en Milwaukee y echándose una que otra cervecita, no sabía nada de dicha reunión; y Osorio Chong se encontraba seleccionando a los jóvenes que estarían presentándose en la intervención del día siguiente, en el Town Hall a la Chong, en el cual nos percatamos de la suerte que tienen los jóvenes de Hidalgo para salir sorteados y poder realizar preguntas al presidente, en lo que queda del antiguo informe presidencial.
Si le faltaba poco a nuestro presidente, el resultado de tan arriesgada apuesta fue el siguiente: le dio alas para llegar al poder, a un dictador en potencia. Hizo enojar a la candidata que podía ofrecernos una mejor relación. Provocó que su equipo de trabajo se enfrentara. Logró lo imposible, que los morenos, perredistas, panistas, independentistas y uno que otro priista se pusiera en su contra. Se convirtió en trending topic mundial. No cabe duda que hasta que lo conoció vio la vida con dolor.
Últimas palabras:
En memoria de Nicolás Alvarado (ex director de TV UNAM) y con todo respeto para Juanga, no me vaya a censurar la Conapred.