Esperemos a que vengan a salvarnos
Margarito Escudero Luis
Dicen algunos empresarios que esta crisis sólo es una etapa de transición que pronto terminará y que las inversiones llegarán el año próximo y todo volverá ser jauja, que habrá muchos empleos y la industria se reactivará poderosamente.
Y ni modo, alguien tiene que sufrir las consecuencias de ese trámite, ya que con la puesta en marcha de la Reforma Energética, las reglas del juego cambiaron, entonces los empresarios cercanos a la industria del petróleo se quedaron sin clientes a los que vendían productos y servicios, y de esa forma se vieron obligados a despedir a su personal.
Así que esos desempleados (que son muchos) son las verdaderas víctimas de la mentada Reforma Energética, que se quedan sin ingresos y que no pueden esperar a que llegue ese poderío inversionista para subsistir.
Desafortunadamente deben comer, dormir, ir a la escuela, divertirse, como parte del desarrollo integral del ser humano; a menos que los poderosos no los consideren humanos.
En este trance de espera, la desesperación es el primer síntoma de un desempleado; de pronto ve que no hay despensa, que sus hijos no tienen para comer, que no hay para transportarse, que no habrá posibilidad de pagar servicios elementales como agua y luz y que, en un afán por continuar llevando una vida honrada y productiva, salen a buscar trabajo, que tampoco hay.
Triste situación para miles de trabajadores que pusieron su esperanza de vida en su fuerza de trabajo, desdeñada por los movimientos del capital, ignorada por las autoridades.
¿Qué camino queda? Porque los niños tienen que comer, ir a la escuela y llevar una vida de niños que, en este momento de transición capitalista, no pueden cubrirla.
La pregunta resonará en la cabeza del desempleado ¿Qué hacer?
Algunos tendrán una salida, vender tacos, tortas, gelatinas, algo de comer que les permita la subsistencia; pero ¿De dónde obtener el dinero para la primera inversión?
LA CADENA
Y esa pregunta se repite en cientos de casas de toda la región, entonces el de la tienda de la esquina sufrirá una baja en sus ventas, la estilista verá con tristeza que no llegan sus clientes, los médicos no tendrán pacientes, aunque la enfermedad cunda.
Las pequeñas fondas que subsisten gracias a los trabajadores, también verán mermadas sus entradas, lo que repercutirá en no poder comprar los insumos para preparar los alimentos, no habrá ganancias y enfrentará los mismos problemas que padece el desempleado.
Es un terrible círculo vicioso en que han metido a la clase social más pobre, la que vive gracias a su trabajo a cambio de un salario, el obrero de la industria de las empresas de servicios.
Y esto es producto de la aplicación de la llamada Reforma Energética, que consistió en desmantelar las empresas más productivas del estado para entregarlas a las empresas extranjeras que, según algunos empresarios, vendrán a solucionar el problema del desempleo provocado.
Mientras esos obreros y otros pequeños empresarios deberán aguantarse hasta que las empresas extranjeras salvadoras de nuestra patria, lleguen a asentarse.
Porque esos pequeños empresarios mexicanos no tienen la capacidad de realizar las actividades que hacen las de fuera y los obreros no pueden hacer otra cosa en un país donde no hay dinero circulante y el gobierno está endeudado hasta las cachas.
ADEMÁS INSEGURIDAD
Y todo eso en un tenso ambiente social, donde la inseguridad es el pan de cada día y así estamos acostumbrándonos al sabor de la muerte, dejamos pasar más cadáveres casi sin sorpresa alguna, como esperándolos al saber que una víctima más está en manos de la injusticia.
Es la ley de las balas, quien tenga más armas será el vencedor, quien sepa esconderse con maestría, jamás será visto, ni siquiera molestado.
No es delincuencia, estamos ante un poder inimaginable, un pulpo gigantesco que absorbe poco a poco todo lo que se cruza en su camino y de ninguna manera puede escapar.
Sus cómplices son el silencio, el miedo y la parálisis oficial; también le ayudan la sorpresa y el disimulo social y la falta de empleos.
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