2 de Octubre de 2024

Día con Día

Devorando a Peña Nieto

Héctor Aguilar Camín

La visita de Trump ha echado sobre el presidente Peña Nieto un reclamo público como ningún otro en su gobierno. La ola de estos días podría diluir lo que le quedaba de aprobación, sumiendo su Presidencia en un horizonte incierto.

Las imágenes más inquietantes del malestar son las banderas que se izaron en plazas públicas con el escudo del águila al revés, viendo hacia abajo. Estas son banderas que despliegan rutinariamente los soldados.

El revés internacional más serio es la decisión anunciada de Hillary Clinton de no venir a México.

La calificación analítica más dura ha sido de Jesús Silva Herzog-Márquez, quien lo acusa por partida doble: de traición y de estupidez. Silva añade que entiende y sostiene la gravedad de sus palabras. Y que no acusa ni califica, simplemente describe (http://bit.ly/2ctuYMO).

La consigna política más radical hasta ahora es la que convoca para el 15 de septiembre a una marcha para exigir la renuncia de Peña.

La visita de Trump, como dice José Antonio Aguilar Rivera en Nexos, ha tocado una fibra que creíamos dormida: la del viejo nacionalismo mexicano, aquel orgullo antigringo que fue orgullo del PRI, reanimado ahora por las decisiones de un Presidente priista (www.nexos.com.mx/?p=29470).

La tortilla del viejo presidencialismo mexicano se ha volteado del todo. Hubo un tiempo en que hacía falta valor para criticar al Presidente, luego hacía falta valor para elogiarlo; hoy, simplemente no atacarlo es causa de repudio en las redes sociales.

Un remanso en la tormenta es el Congreso, donde la oposición no levanta mociones de juicio político contra el titular del Ejecutivo.

Mientras esto no suceda, los riesgos de una interrupción del gobierno para Peña Nieto están cerrados.

Lo mismo sucede en los partidos políticos. Acuden al oleaje con menos encono que las redes sociales, aunque serían sus mayores beneficiarios potenciales.

Al parecer, nadie quiere jugar ahí la carta de cambiar al Presidente. El cálculo quizá sea mantenerlo débil para derrotarlo más fácilmente en las elecciones del 2018.

 

No recuerdo un momento de mayor virulencia en la opinión pública contra un Presidente. Ni de mayor riesgo de ingobernabilidad por desaprobación. No creo que haya nada que celebrar en todo esto.