19 de Noviembre de 2024

¿Y la familia?

Gabriel Guerra Castellanos

 

El sábado se llevaron a cabo manifestaciones en muchas ciudades del país, ostensiblemente en defensa de la familia, aunque a juzgar por muchas de las pancartas y consignas, más bien en contra de una iniciativa que permitiría la formalización o legalización, es decir la creación, de muchas nuevas familias en nuestro país.

Muchos de los argumentos en contra de la legalización del matrimonio (y del derecho a adoptar) para parejas del mismo sexo se basan en que es “antinatural” y en definiciones de lo que algunos creen es el único modelo aceptable de familia: padre, madre, hijos. Cualquier otra cosa, dicen, va en contra de las leyes de Dios y del objetivo central (exclusivo, refieren los más extremos) del matrimonio, que para ellos es la procreación.

Mi postura al respecto es muy clara. Yo soy un creyente fiel de las libertades y de la igualdad de las personas, sin importar género, color de piel, origen étnico o racial, orientación sexual, estado civil o cualquier otra característica que se quiera utilizar para excluir o marginar a individuos o a grupos sociales.

Creo firmemente en el derecho de toda persona adulta a contraer matrimonio, reconocido por el Estado, con quien se le dé la gana. Y considero que la adopción, siguiendo los filtros y protocolos adecuados para proteger a los menores, debe ser ejercida por cualquier pareja o persona sola que cumpla con los requisitos establecidos en la ley.

Están en plena libertad de expresarse, manifestar su inconformidad, plantear alternativas, quienes se oponen a la iniciativa presidencial. Si sus argumentos son religiosos, igualmente respetables pero correspondientemente acotados. Es decir, si la Iglesia, cualquiera que sea, no quiere reconocer matrimonios entre personas del mismo sexo, porque son contrarios a su doctrina o a sus creencias, pues que no case por lo religioso a esas personas. Ya cada quien juzgará a su respectiva Iglesia. Pero siendo México un país laico, y el matrimonio civil el legalmente vinculante, creo que todos deben tener derecho a él. Sin privilegios, sin exclusiones.

Me preocupan igualmente las muchas expresiones de odio, de desprecio, ofensivas, contra quienes no comparten sus creencias. Lamentablemente aquí también vemos que muchos activistas a favor de los derechos LGBTTTI incurren en esta conducta ofensiva, irrespetuosa. Yo no comparto los argumentos de quienes marcharon este sábado, pero me siento obligado a defender su derecho a expresarse y a no ser insultados o agraviados por ello. No pienso lo mismo de quienes salieron a las calles a promover el odio, la discriminación, el rechazo a quienes piensan o son diferentes.

Hay mucha ignorancia, prejuicio y desinformación en este debate. Algunos de los que salieron a las calles han sido azuzados, engañados por la propaganda de grupos radicales de derecha. Y hay una cínica doble moral de algunos de sus dirigentes, de sus líderes religiosos. Si su afán fuera defender a las familias y a los niños, comenzarían por denunciar a quienes, dentro de la Iglesia, han abusado de menores, soslayado y encubierto dichos abusos.

La definición de familia que plantea el “Frente por la Familia” es brutalmente excluyente. Limitarla a hogares con un papá, una mamá y sus hijos excluye, de entrada, al 20% de los hogares mexicanos que son de madres (y a veces de padres) solos. Excluye a los divorciados y vueltos a casar; a los huérfanos de uno o ambos padres. Excluye a la tía, el abuelo, el primo, que decidió hacerse cargo de algún pariente desvalido. Excluye a quien adoptó, con todas las de la ley. Excluye, y por lo tanto discrimina, a quienes quieren hacer su vida, legalmente casados, reconocidos por el Estado cuyas leyes y obligaciones cumplen, al que pagan impuestos.

Hay muchos tipos diferentes de familias. Yo estoy a favor de todas. Y quiero que haya más familias en mi país.

Twitter: @gabrielguerrac

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