24 de Noviembre de 2024

USO DE LA RAZÓN

Pablo hIRIART

 

AMLO está enredado

 

A través de un anuncio de televisión, López Obrador nos anuncia que ya viene la “rebelión en la granja”.

Se trata de un aviso a tiempo, porque en la novela de Orwell esa rebelión acaba en la tiranía de los cerdos.

El libro, por cierto, estuvo prohibido en los países comunistas porque retrata el fin que tienen las rebeliones contra “los amos” y el intento de imponer la igualdad forzada.

Hay, como ahí se dice, “unos más iguales que otros”, y los beneficiados son los cerdos que terminan por asumir el control político de la granja.

Qué bueno que lo avisa él mismo y no lo deja a interpretación de sus críticos.

Pero mientras ocurre esa rebelión en la granja, si es que ocurre, López Obrador se observa atrapado en su demagogia: no puede aceptar el reto de debatir sobre corrupción.

Si estuviera limpio, ¿por qué no acepta el debate público al que lo emplazó Enrique Ochoa, dirigente nacional del PRI?

El PRI tiene una larga cola en esa materia y López Obrador podría darse un banquete al vapulear en cadena nacional al líder del partido gobernante. Si no lo hace es porque algo teme. O algo esconde.

Debe ser frustrante para los seguidores de AMLO ver que su líder tiene miedo de sostener cara a cara ante el dirigente priista lo que ha venido diciendo en torno a la corrupción.

Sólo acusa cuando no hay nadie que lo confronte.

No digo aquí que AMLO se haya robado nada ni lo sugiero. Pero las movilizaciones en 2005 contra el desafuero y la toma de Reforma en 2006 fueron financiadas en parte con los descuentos obligatorios a burócratas capitalinos.

Y desde esa fecha hasta que tomó posesión como presidente de Morena –diez años después– ha desplegado una intensa, cotidiana actividad política en todos los rincones del país… pero no ha tenido ingresos, según dice.

¿De qué ha vivido AMLO? Es la pregunta que no puede contestar.

Sin dinero, sin tarjeta, sin chequera, viaja por todo el país, Europa, Estados Unidos, mantiene una casa, hijos, usa Suburban, se desplaza en avión.

¿De dónde? ¿Todo eso se hace sin ingresos? Imposible. Hay gato encerrado.

Debería ser tema nacional que el líder de la izquierda radical en el país se niegue a debatir sobre un tema que ha sido su bandera: corrupción.

Si Ochoa le hubiese lanzado ese reto a cualquier otro dirigente partidista, le habrían tomado la palabra. AMLO se escabulló. Interesante, ¿no?

En un debate, por lo general, es preciso tener definiciones sobre aspectos cruciales para la vida de un país. Hay que abrirse. Y desde hace unos meses a la fecha López Obrador ha guardado silencio sobre el tema económico, relaciones con Estados Unidos, Donald Trump, Venezuela, matrimonios entre personas del mismo sexo.

Y ahora quiere callar sobre su tema central: corrupción.

AMLO se hace chiquito a la hora de debatir, y sus seguidores sólo tienen el insulto y la calumnia como herramienta en redes sociales. Comprensible su frustración.

Pero sueñan, y lo anuncian, que pronto habrá rebelión en la granja y al fin tendrán el poder en sus manos.

Ya sabemos, gracias a los publicistas de López Obrador, en qué acabará eso. Si es que ocurre.