La frustración de Peña Nieto
Raymundo Riva Palacio
La frustración del presidente Enrique Peña Nieto con los medios de comunicación inspiró el lema de su Cuarto Informe de Gobierno, “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”, y los videos de historias de vida narrados por sus protagonistas, que “son justo las cosas buenas las que construyen, las que le dan sentido a nuestra vida, a nuestro trabajo y a nuestro esfuerzo diario como país”. El Presidente buscó a la opinión pública sin los intermediarios clásicos, los medios de comunicación, a los que ha criticado varias veces en el último año por enfocarse en los aspectos negativos de su administración. Tiene parte de razón, pero otra parte de su queja es injusta. Lo que subyace, que no lo logra expresar con claridad, es que en efecto hay una cruzada en su contra, donde el campo de batalla no es la libertad de expresión, sino la política.
Peña Nieto no matiza su disgusto por la falta de buenas noticias, pues ignora los ciclos informativos y su dialéctica. En 1616, el rey de Inglaterra Jaime I, escribió: “Ninguna noticia es mejor que malas noticias”, que evolucionó en el proverbio de “que no haya noticias es buena noticia”. En el gobierno peñista, las noticias son abundantes, muchas de ellas negativas porque la realidad y el entorno es negativo. El conflicto arrasa lo positivo, y la tensión y el escándalo nacen en buena parte por acciones fallidas de su administración. Hay un aforismo clásico atribuido al director del New York Sun en el Siglo XIX, que dice: “Cuando un perro muerde a un hombre no es noticia porque sucede frecuentemente, pero cuando un hombre muerde a un perro, es noticia”. Esto, contra el lamento presidencial, es la esencia del periodismo mundial.
La frustración del Presidente no parece provenir únicamente de la falta de buenas noticias en los medios –el gobierno reconoce que tampoco ha podido transmitir lo bueno en forma relevante–, sino del creciente cuestionamiento al que ha sido sometida su administración después de haber tenido una larga luna de miel. Pero hay de críticas a críticas. Sobre la crítica en el marco de la libertad de expresión, no son los tolerantes que aseguran –en este mismo espacio se han narrado actos de hostigamiento contra periodistas–, pero tampoco han llegado al extremo de la destrucción de quien disiente de la forma como gobierna Peña Nieto. Hay otra crítica que va más allá de la confrontación de las ideas y las posiciones, que se inscribe más en una campaña abierta y sistemática contra Peña Nieto.
El estudio de caso es la línea editorial que ha seguido un periódico respetado en el mundo por su consistencia editorial y calidad, pero que en México ha sido insólitamente descuidado. Es The Guardian, que desde antes de ser Presidente, no ha dejado de buscar tres pies al gato en el tema de Peña Nieto. En agosto pasado publicó que su esposa, Angélica Rivera, tenía operaciones inmobiliarias con el constructor Ricardo Pierdant, que había pagado impuestos de sus propiedades en Miami, estableciendo un conflicto de interés porque “iba a tener contratos públicos lucrativos”. Para añadir a su investigación, The Guardian afirmó que la hermana del constructor, Aurora Pierdant, hacía negocios con Pemex, pese a haber sido despedida por la empresa. Este viernes, el periódico tuvo que disculparse con Pierdant y con su hermana porque su información resultó falsa, y eliminó las dos informaciones de su sitio.
Las disculpas del diario fueron reproducidas en los medios mexicanos, pero a su manera. Por ejemplo, Reforma le dedicó 13 líneas en una pequeña llamada en la parte baja de su primera plana del sábado, cuando el 10 de agosto reprodujo la primera revelación del diario inglés como su principal titular, con una información secundaria, fotografías del departamento y copias del pago de impuestos por parte de Pierdant. Otro ejemplo es el de “Sopitas”, como se conoce a Francisco Alanís, a quien Forbes describe como el “rockstar” de la red, cuyo sitio le dedicó a la nota original de The Guardian 532 palabras en un texto editorializado, contra 246 palabras que publicó este viernes sobre la rectificación del diario inglés, con una sobriedad contrastante. El 9 de agosto, publicó en su portal: “¿Se trata esto de otro conflicto de intereses como el de la Casa Blanca? ¡No…! ¿Cuál? ¿Dónde? Siempre habrá tiempo para pedir disculpas”. Los medios que se manejan bajo criterios éticos en el ejercicio periodístico, cuando cometen un error lo corrigen en el mismo espacio y forma en que difundieron el texto original.
The Guardian lo hizo, pero nadie más. En México hay una prensa que cuida tener una información justa y balanceada –las secciones de opinión, al ser textos subjetivos, no son acotadas por estos criterios–, y otra que es militante, donde no es la información sino una causa la que la guía. Las dos son legítimas, mientras exista transparencia sobre sus intenciones. En México no es así. Disfrazados de una prensa justa y equilibrada, hay una que se ha sumado a una campaña contra Peña Nieto, que busca su derrocamiento. Es un movimiento que nació en redes sociales y no ha logrado conectar con las masas en las calles, pero que quiere crear condiciones para una Primavera Mexicana, aprovechando la insatisfacción nacional real con el Presidente para acomodarla a su agenda política. De esto se hablará más adelante.